Siendo viajeros empedernidos, la lista de lugares para visitar es interminable, y entre esas ciudades que teníamos en mente desde hace mucho se encontraba Bolonia, así que con nuestro pasaporte Covid en las manos y después de encontrar un vuelo económico y un alojamiento a nuestro gusto, empezamos una nueva aventura viajera esta vez sin equipaje (nos referimos a los chicos, claro, jajajaja)
Habíamos visto fotos de Bolonia, de sus pórticos, de sus palacios, de sus plazas, de sus vistas desde lo más alto de la torre Asinelli, pero nada comparable a verlo con tus propios ojos. Sin duda, Bolonia nos enamoró y aunque reconozco que la primera tarde estuvimos un poco desubicados, la ciudad cumplió todas nuestras expectativas e incluso las superó.
Teníamos el vuelo no muy temprano a las 9:35 pero sobre las 7:00 de la mañana ya estábamos en el aeropuerto. Sin ningún problema en el control y antes de las 9:00 ya embarcamos no sin antes enseñar nuestro pasaporte que nos iba a ser de gran utilidad durante todo el viaje.
El aterrizaje perfecto. Al ser un vuelo con no muchos viajeros, utilizamos la compañía Iberia Air Nostrum. Los aviones son más pequeños y las maletas no van contigo si no que las meten en la bodega justo al entrar en el avión. Aún así, ningún problema de ningún tipo. Para llegar a la estación de trenes de Bolonia Central, habíamos reservado el Marconi Express, un tren rápido que en tan solo 7 minutos te lleva del aeropuerto a la estación, haciendo una única parada. El billete es algo caro pero merece la pena, 16 euros ida y vuelta por persona.
Para nuestra estancia en Bolonia, habíamos elegido el hotel NH Bologna de la Gare fundamentalmente por su ubicación, muy cerca de la estación de trenes.
Con el vuelo y la llegada a la ciudad, prácticamente se nos había hecho la hora de comer, así que con ayuda de Google Maps y con un pequeño plano que nos habían dado en el hotel, empezamos a buscar un lugar donde hacer lo propio. Nuestro primer destino iba a ser la finestrella, que está situada en la Vía Piella número 18. Desde esa pequeña ventana podemos ver el Canalle delle Molline, un tramo de uno de los canales subterráneos que se pueden ver en Bolonia. Estos canales se utilizaban para las mercancías y para los molinos pero con el tiempo fueron soterrados. De ahí la importancia de esta pequeña ventana que nos permite ver uno de esos canales.
Se nos iba haciendo tarde para comer, así que no lo pensamos mucho y tras mirar la puntuación del restaurante cercano a la ventana y con el mismo nombre, nos sentamos en la terraza a empezar nuestro tour gastronómico por Bolonia. Pedimos de primero unos entrantes de embutidos y quesos y de segundo una lasaña. Los entrantes nos gustaron bastante pero en mi caso, la lasaña no me gustó. De todos los restaurantes en los que comimos, el más caro y el que menos nos gustó. Además bastante lentos en el servicio.
Ya con el estómago lleno, empezamos a descubrir la ciudad y lo primero que más nos llamó la atención fue el gran número de pórticos de todos los palacios que afortunadamente te permitían refugiarte del sol.
Nuestro siguiente punto en el mapa, la catedral de San Pedro situada en la Via Indipendenza 7, una de las arterias comerciales de la ciudad. Nos resultó extraño que la catedral no estuviera situada en una plaza de ahí la dificultad para fotografiar su fachada barraca. Aunque el templo inicialmente empezó su construcción el siglo XIV, ha sufrido muchas alteraciones y transformaciones a lo largo de los años. A pesar de tener entrada para visitar la cripta, las excavaciones arqueológicas y el campanile el sábado, entramos para hacer unas fotos.
Antes de continuar con nuestro paseo por Bolonia, justo frente a la catedra, no pudimos reprimir nuestros impulsos de probar nuestro primer helado del viaje en la cremería Venchi. Un poco caros (si mal no recuerdo más de 3 euros, pero riquísimo).
No, no, no penséis que nos comimos ese helado. Fue este otro, de strachiatella y crema, creo recordar.
Y así llegamos a la Piazza Neptuno que tan majestuosamente custodia la fuente de Neptuno de la que luego os contaré una historia muy curiosa. A la derecha de la misma se encuentra la Biblioteca Sala Borsa, una hermosa plaza cubierta de estilo modernista, hoy sede de la Biblioteca y Mediateca. A la izquierda de Neptuno, el Palazzo Re Enzo.
Para entrar en la Biblioteca, nos pidieron por primera vez pero no por última el famoso Green Pass que traducido al castellano es el Pasaporte Covid europeo. En todos los edificios estatales es obligatorio enseñarlo para acceder a su interior así como en los restaurantes si preferís comer dentro. Leen el código QR con una tablet o un móvil y les da el visto bueno y además tuvimos también que enseñar el DNI para certificar que éramos las personas cuyo nombre aparecía en el pasaporte.
Y de ahí a la Piazza Maggiore rodeada al sur por la Basílica de San Petronio, y el Palazzo del Notai, al oeste el Palazzo d'Accursio, al este el pórtico del Palazzo dei Banchi y hacia el norte el Palazzo del Podestá y el Palazzo da Enzo.
Reconozco que me costó un poco mantenerme en pie sobre la piedra, jajajaja, pero al final lo conseguí, al menos el tiempo suficiente para hacerme la foto.
Teníamos la intención de ver Bolonia de noche pero evidentemente ese día no era el elegido, con prácticamente todos los monumentos ya cerrados volvimos al hotel por la Via dell'Independenza a hacer un pequeño descanso para luego ir a cenar, y cuando llegó ese momento, estábamos tan cansados que para lo único que teníamos fuerzas fue para acercarnos a la estación de tren y comer en un restaurante llamado Dispensa Emilia Bologna para comer unas tigelle clásicas que son como un pan de maíz en forma redonda con diferentes embutidos. Una cena ligera para dar por terminado nuestro primer día en Bolonia.
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