Nos levantamos de nuevo temprano para desayunar fuerte y así poder salir a despedirnos de la preciosa ciudad de Ámsterdam.
Como siempre, nuestros pasos nos llevan hasta Museumplein.
Después de varios intentos fallidos y teniendo en cuenta que era nuestro último día en la ciudad, nos acercamos a la famosa tienda de galletas Van Stapele Koekmakerij donde compramos un par para probar y unas cuantas en una preciosa caja para regalar a unos amigos. Las galletas son de chocolate y están rellenas de chocolate blanco, recién horneadas están riquísimas, aunque llenan muchísimo.
Por el camino, fuimos disfrutando de nuevo de los canales, de las casas de las cuales nos íbamos fijando en las placas que indican el oficio de las personas que vivían en esas casas.
De allí nos volvimos a acercar a la plaza Dam para verla de día, ya que en los dos días anteriores, lo habíamos hecho ya de noche. Allí pasamos al interior de los Grandes Almacenes Magna Plaza, qué bonitos los árboles de Navidad y la decoración de su interior pero sin duda lo que más destaca del edificio es su fachada neogótica. Antiguamente era la oficina de correos principal de Ámsterdam.
Frente a nosotros la Iglesia Nueva, a la que tampoco accedimos a su interior.
En la Plaza Dam también se encuentra el Palacio Real. Uno de los cuatro palacios en los Países Bajos, que está a disposición del monarca del país por ley del Parlamente. El palacio está construido en estilo clasicista y se convirtió en el palacio real del rey Luis Napoleón y más tarde de la Casa Real neerlandesa.
Frente a nosotros la Iglesia Nueva, a la que tampoco accedimos a su interior.
En la Plaza Dam también se encuentra el Palacio Real. Uno de los cuatro palacios en los Países Bajos, que está a disposición del monarca del país por ley del Parlamente. El palacio está construido en estilo clasicista y se convirtió en el palacio real del rey Luis Napoleón y más tarde de la Casa Real neerlandesa.
Y de nuevo también pasamos por la Iglesia Vieja, en este caso para hacernos una foto con la estatua Belle, el primer monumento dedicado a las personas que se dedican a la prostitución.
Y también encontramos con cierta dificultad una escultura de una mano tocando un pecho en el suelo que representa igualmente a las prostitutas y sus clientes.
Dando un paseo nos fuimos acercando a la iglesia de San Nicolás, a ver si conseguíamos en esta ocasión encontrarla abierta. Cruzamos el canal por el puente Korte Niezel y los chicos vieron un Febo en donde se quedaron a comer unos fritos (les encantó la idea de que pudieras coger la comida de unas vitrinas.
La zona por la que pasamos para llegar a San Nicolás me gustó muchísimo, con las casas prácticamente encima del canal.
Y seguimos descubriendo más placas en las fachadas de las casas.
Cuando llegamos a la iglesia, solo tuvimos que esperar unos minutos para acceder a su interior.
Volvimos con los chicos al Febo y ya desde allí, iniciamos nuestra vuelta al hotel, despidiéndonos de la ciudad con un paseo tranquilo. Y ya que nos había gustado tanto el primer día, volvimos al restaurante Porto Carrara a comer. También aprovechamos para hacer las últimas compras por la calle Damrak.
De vuelta al hotel, recogimos las maletas, y nos dirigimos a la parada del autobús 397 que nos llevaría de nuevo al aeropuerto, eso sí, antes compramos algo de comida para cenar en el avión, un riquísimo chorizo y jamón español, bueno, no es que fuera ibérico, pero se dejaba comer, jajajajajaja. El vuelo sin ningún problema y en unas dos horas, con adelanto de la hora prevista, aterrizamos en Madrid.
Un viaje muy especial en el que por fin pudimos descubrir la increíble ciudad de Ámsterdam, a la que le teníamos muchas ganas desde hacía tiempo y por fin, cuando ya casi habíamos perdido la esperanza de poder ir estas pasadas Navidades, lo conseguimos. Sin duda, nos hemos enamorado de la ciudad y volveremos, seguro, en otra época, tal vez en primavera, para ver los campos de tulipanes en flor.
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