Hay lugares que descubres en Internet que te dices a ti mismo que algún día vas a visitar y afortunadamente Agosto de 2019 fue el año y el mes en el que por fin pudimos visitar uno de los lugares más increíbles del mundo: La Calzada de los Gigantes (The Giant's Causeway), situada en la costa nororiental de la isla de Irlanda, en el Condado de Antrim en Irlanda del Norte. Declarada Patrimonio de la Humanidad en 1986 y Reserva Natural Nacional en 1987.
Al llegar en al autobús, aparcamos (al haber hecho la reserva en Paddywagon no tuvimos que pagar entrada a la calzada que es de 12 euros si las compras por internet y por adelantado). Nos dieron un folleto con información sobre el lugar y nos dieron unas dos horas para visitar todo el paraje.
Desde el aparcamiento hasta donde está la Calzada puedes ir en autobús que cuesta 1 euro pero nosotros preferimos disfrutar del paisaje e ir andando.
Increíble el paisaje según te vas acercando a las famosas rocas de basalto formadas por la lava incandescente en una chimenea volcánica o en una colada que se enfrió formando esa roca de basalto que con la erosión ha ido formando columnas y formas variopintas. Había mucha gente pero la verdad es que nos lo pasamos muy bien escalando las rocas y haciendo fotos, eso sí, teniendo mucho cuidado de no caernos porque, aunque tuvimos la fortuna de que no está lloviendo, había zonas resbaladizas.
Y como era de esperar, también existe una leyenda sobre cómo se formó la calzada.
Cuenta la leyenda que había dos gigantes, uno de Irlanda (Finn) y otro de Staffa (Bennandoner) que se llevaban muy mal y continuamente se tiraban rocas. De tanto tirar rocas se formó un campo de piedras sobre el mar. El gigante escocés decidió pasar el camino de rocas y derrotar a su adversario, pues este era más fuerte que el otro. La mujer del gigante irlandés (Oonagh) vio cómo venía el gigante escocés, así que decidió vestir a su marido de bebé. Al llegar el escocés y ver que el bebé era tan grande, pensó que su padres sería el triple de grande, así que huyó pisando muy fuerte las rocas, para que se hundieran en el mar y que el otro gigante no pudiera llegar a Staffa.
Mis chicos decidieron hacer el recorrido de vuelta por el acantilado, para disfrutar de las vistas y hacer la visita aún más emocionante pero yo no me atreví pues había que subir por unas escaleras muy empinadas, así que preferí volver tranquilamente dando un paseo y haciendo fotos.
Ni qué decir que las vistas desde el acantilado del lugar son impresionantes.
Una pena no disponer de más tiempo para disfrutar de este increíble lugar, uno de los que visitamos en Irlanda al que no nos importaría volver con coche propio y así poder hacer todo el recorrido por la costa de Antrim pues desde el autobús, pudimos ver algunos pueblos pintorescos y sobre todo recónditos. Gracias a Paddywagon por esta experiencia única.
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