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Visita a Consuegra

Qué mejor manera de celebrar un cumpleaños que viajando aunque solo sea una escapada corta para olvidarse de la rutina por unas horas y desconectar disfrutando de una buena comida y de de una compañía perfecta. 

Así que sin madrugar mucho, que eso ya lo hacemos todos los días, nos pusimos en marcha en dirección a la localidad de Consuegra en la provincia de Toledo, a un poco más de una hora de trayecto. 

Llegamos allí con la intención en primer lugar de volver a comprar mazapán en la pastelería de Peces, qué de recuerdos cuando hace ya unos cuantos años lo hacíamos como rutina prenavideña. 

Aparcamos en la calle Fray Fortunato, justo frente al Convento de los Padres Franciscanos, fundado en el siglo XVII. Hoy en día es un Centro Geriátrico, así que no se puede acceder a su interior. 


En una las calles perpendiculares a donde aparcamos, San Juan Bautista de la Salle se encuentran dos pastelerías en las que comprar el famoso mazapán de Toledo, Rodríguez y Peces. Para continuar con la tradición, entramos en la segunda y compramos mucho mazapán para la Navidad y unos riquísimos hojaldres que nos fuimos comiendo. Mmmmmmm. Exquisito. 


     



Con tan buen sabor de boca, volvimos a coger el coche para acercarnos al castillo y a los famosos molinos de la villa. 




En primer lugar accedimos al castillo. Sede de la Orden de San Juan de Jerusalén desde el siglo XII. Es del siglo X y en el año 1097 tuvo lugar en el mismo la Batalla de Consuegra en el que murió el hijo del Cid Campeador. 

En 1809 fue tomado por las tropas francesas hasta el 1812. 

Tras la desamortización de 1836, pasó a manos particulares y ya a mediados del siglo XX fue adquirido por el Ayuntamiento de Consuegra que lo ha ido rehabilitando para poder ser visitado. 

Entre las dependencias a las que se tiene acceso, contamos con dos aljibes, la sala capitular, una nave archivo y una nave ermita. El precio del castillo es de 4€. 


     

     



     






     




Desde las torres del castillo, se pueden ver alineados todos los molinos que conforman la típica estampa de Consuegra. 


Una vez terminada la visita al castillo, que también podéis ver en la visita teatralizada, nos dispusimos a recorrer todos los molinos, de uno en uno, no verlos por dentro porque solo se pueden visitar dos y hay que pagar aparte, y como ya habíamos visto uno en funcionamiento en Campo de Criptana, preferimos no hacerlo en esta ocasión. 

Eso sí, no pudimos evitar la tentación de sentarnos en unas mesas que había en uno de ellos que habían rehabilitado como restaurante bar y de paso probamos unas riquísimas croquetas de cocido. 









Actualmente se conservan doce de los molinos, los cuales tienen nombres como por ejemplo Clavileño, Espartero, Rucio, Chispas, Cardeño, Sancho o Bolero. 

En este último se encuentra la Oficina de Turismo y también se puede visitar para ver todo su mecanismo completo. 

Después de reponer energías, volvimos a coger el coche para dejarlo aparcado al lado del restaurante Castilla en el que habíamos reservado para comer. Como aun teníamos una hora larga, empezamos a recorrer el pueblo con la esperanza de poder entrar a alguna iglesia porque coincidiera hora de misa. 

Llegamos a la Iglesia de Santa María la Mayor, en donde en ese mismo momento estaban terminando la misa, así que entramos sin problema. 


La iglesia es de 1723, con el aparejo típico toledano y estructura similar a las iglesias de una sola nave. Preciosa la virgen de la capilla central. 




     

Prácticamente frente a esta iglesia, se encuentra el Convento de las Reverendas Madres de la Consolación, que destaca fundamentalmente por su fachada gótico mudéjar de principios del siglo XX porque evidentemente no se puede acceder a su interior. 


En nuestro paseo llegamos a la Plaza de España, desafortunadamente aún no habían quitado la carpa de la Fiesta del Azafrán, y eso nos impidió disfrutar por completo de toda la plaza. 

En la plaza se pueden ver los Corredores, del siglo XVII, con bella balconada y soportales al descubierto en donde se ubica hoy en día el Museo Municipal. 



El Ayuntamiento, de 1670, con típico aparejo toledano con doble hilada de ladrillo y cajas de piedra. Destaca el arco y la torre del reloj, elementos añadidos con posterioridad que singularizan la obra. 



En la plaza también se encuentra el Colegio del Santísimo Cristo de la Veracruz del siglo XIX, con las características propias del mudéjar toledano, y construido sobre restos de la antigua Casa de la Tercia. 


Antes de comer, aún tuvimos tiempo para llegar in extremis, pues empezaba la misa, a la iglesia del Santísimo Cristo de la Veracruz, que destaca por su portada, toda ella en piedra y de inspiración neo-barroca. 





Por último, cruzamos el río, que estaba completamente seco, para llegar a la Iglesia de San Juan que se encontraba en obras y por lo tanto cerrada. 



Después de una más que correcta comida en el Restaurante Castilla, cogimos de nuevo el coche para acercarnos a la Presa Romana, a unos 5 kilómetros de la localidad. Nos costó un poco encontrarla ya que no tiene acceso fácil (camino de arena para llegar en el último tramo). 



Hora de volver a casa ya. Una salida corta pero bien aprovechada como habéis podido comprobar. 

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