Un nuevo día en la magia. A levantarse pronto, pero no tan pronto como días anteriores. Un copioso y familiar desayuno en la habitación y ponemos rumbo al parque de nuevo. Hoy nos lo tomaremos de forma tranquila, que por la tarde tenemos planificado un paseo por la ciudad de París.
Así que una vez que llegamos, nos dirigimos de nuevo directos al Pabellón de Princesas, a ver hoy quien toca.
De camino, un CM muy amable nos hace una foto frente al castillo para que así podamos salir todos juntos.
Pedimos hora para Cenicienta y nos dirigimos a Discoveryland. Los valientes van directos a Space Mountain y ya todos juntos repetimos en Autopia y en Buzz. En este viaje no hemos montado en Orbitron, pero bueno, no es que sea una de las atracciones mejores del parque.
Y ya que estamos por este land, vamos a hacer una visita a Darth Vader. La verdad es que impone un poco con su altura y su atuendo.
Volvimos a Fantasyland porque nos esperaba Cenicienta y de paso montamos en Dumbo, que aún no lo habíamos hecho los días anteriores.
Fuimos a comer al restaurante de Fantasyland Au Chalet de la Marionette, que también tiene acceso por Adventureland, pero nos gusta más la parte que da a Fantasyland. Qué rico el pollo asado con patatas.
Hora de coger el coche y trasladarnos a París en donde íbamos a pasar unas horas.
Llevábamos perfectamente planificado todos las plazas de minusválidos bien apuntadas en nuestro mapa, y cuando ya casi nos habíamos dados por vencidos pues estaban todas las plazas llenas, dimos con una justamente al lado de un monumento que no habíamos visitado en nuestras dos anteriores visitas a París: la iglesia de Saint Sulpice, famosa por la película El Código da Vinci.
Una de las particularidades de esta iglesia es su meridiana solar, encargada al astrónomo y relojero inglés Henry Sully, que marca la hora del día proyectando una sombra en el suelo y señala los equinoccios y permite predecir cuando caía la Pascua. Debido a que esto sirvió para realizar mediciones científicas, la iglesia se salvó de ser destruida durante la Revolución Francesa.
Tomamos la Rue Bonaparte para hacer una breve parada en una de las mejores tiendas de macarons, Pierre Hermé, y la verdad es que no nos defraudaron, riquísimos, aunque también caros, todo hay que decirlo. Para mi gusto, nada que envidiar a los de Pierre Marcolini de Bruselas.
Seguimos toda la calle hacia delante y pasamos por la Iglesia de Saint Germaine des Prés. Estaba en obras prácticamente todo el interior pero tuvimos la fortuna de poder ver el altar, impresionante.
Todo recto hasta el Sena desde donde dimos un paseo descubriendo los puestos de libros tan característicos de París hasta el famoso Pont Neuf, que, a pesar de su nombre, es el puente más antiguo de la ciudad que cruza el Sena.
Lo cruzamos y pretendimos acercarnos a la Sainte Chapelle pero nos informaron que ya no había entradas y que cerraban en una media hora. Ooooh, qué pena. Pues nada, directos a Notre-dame.
Menuda cola había para entrar en la catedral y eso que el acceso es libre y gratuito. Así que nos acercamos a la entrada, y dijimos las tres palabras mágicas: disabled, skip, queue, y hacia adentro, mis 7 fantásticos.
Qué decir de Notredame que no sepáis ya. Una impresionante catedral gótica que, a diferencia de las españoles, es espigada como queriendo tocar el cielo y en cuyo interior destacan, o por lo menos a mí es lo que siempre me ha impresionado más, sus vidrieras con esa luz tenue que pasa a través de ellas.
Cómo se iba ya notando el cansancio de los días en el cuerpo. Pero aún nos quedaron unas pocas fuerzas para dar un paseo por el Barrio Latino con sus restaurantes y cafeterías y sus callejuelas.
Lentamente volvimos al coche, parando a comprar la cena en un supermercado. En un principio, habíamos planificado acercarnos en coche a la Torre Eiffel para verla iluminada pero, uf, el cansancio pudo con nosotros, así que volvimos al hotel a cenar, ducharnos y prepararnos para nuestro último día en Disney, que fue también muy especial.
Fuimos a comer al restaurante de Fantasyland Au Chalet de la Marionette, que también tiene acceso por Adventureland, pero nos gusta más la parte que da a Fantasyland. Qué rico el pollo asado con patatas.
Hora de coger el coche y trasladarnos a París en donde íbamos a pasar unas horas.
Llevábamos perfectamente planificado todos las plazas de minusválidos bien apuntadas en nuestro mapa, y cuando ya casi nos habíamos dados por vencidos pues estaban todas las plazas llenas, dimos con una justamente al lado de un monumento que no habíamos visitado en nuestras dos anteriores visitas a París: la iglesia de Saint Sulpice, famosa por la película El Código da Vinci.
Una de las particularidades de esta iglesia es su meridiana solar, encargada al astrónomo y relojero inglés Henry Sully, que marca la hora del día proyectando una sombra en el suelo y señala los equinoccios y permite predecir cuando caía la Pascua. Debido a que esto sirvió para realizar mediciones científicas, la iglesia se salvó de ser destruida durante la Revolución Francesa.
Tomamos la Rue Bonaparte para hacer una breve parada en una de las mejores tiendas de macarons, Pierre Hermé, y la verdad es que no nos defraudaron, riquísimos, aunque también caros, todo hay que decirlo. Para mi gusto, nada que envidiar a los de Pierre Marcolini de Bruselas.
Seguimos toda la calle hacia delante y pasamos por la Iglesia de Saint Germaine des Prés. Estaba en obras prácticamente todo el interior pero tuvimos la fortuna de poder ver el altar, impresionante.
Todo recto hasta el Sena desde donde dimos un paseo descubriendo los puestos de libros tan característicos de París hasta el famoso Pont Neuf, que, a pesar de su nombre, es el puente más antiguo de la ciudad que cruza el Sena.
Lo cruzamos y pretendimos acercarnos a la Sainte Chapelle pero nos informaron que ya no había entradas y que cerraban en una media hora. Ooooh, qué pena. Pues nada, directos a Notre-dame.
Menuda cola había para entrar en la catedral y eso que el acceso es libre y gratuito. Así que nos acercamos a la entrada, y dijimos las tres palabras mágicas: disabled, skip, queue, y hacia adentro, mis 7 fantásticos.
Qué decir de Notredame que no sepáis ya. Una impresionante catedral gótica que, a diferencia de las españoles, es espigada como queriendo tocar el cielo y en cuyo interior destacan, o por lo menos a mí es lo que siempre me ha impresionado más, sus vidrieras con esa luz tenue que pasa a través de ellas.
Cómo se iba ya notando el cansancio de los días en el cuerpo. Pero aún nos quedaron unas pocas fuerzas para dar un paseo por el Barrio Latino con sus restaurantes y cafeterías y sus callejuelas.
Lentamente volvimos al coche, parando a comprar la cena en un supermercado. En un principio, habíamos planificado acercarnos en coche a la Torre Eiffel para verla iluminada pero, uf, el cansancio pudo con nosotros, así que volvimos al hotel a cenar, ducharnos y prepararnos para nuestro último día en Disney, que fue también muy especial.
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