Una servidora y su amiga ya conocíamos Bruselas de un viaje de lujo que hicimos hace unos años gracias a un concurso de la Oficina de Turismo de Bruselas a través de FB, uno de esos regalos que jamás piensas que te va a tocar, hasta que recibes la noticia y tardas unos minutos en asimilar que te vas a hospedar en un hotel lujoso y vas a tener prácticamente todos los gastos pagados. En esta ocasión, el hotel no estuvo a la altura del viaje por Bélgica, pero desde luego sí que supimos sacar el máximo partido de la ciudad en un día y medio y aunque siempre quedan algunos lugares por visitar, se puede decir que supimos aprovechar a fondo esos días y pasear por la ciudad, disfrutando de sus monumentos, sus parques y sus tiendas de chocolate y por supuesto sus gofres.
La primera tarde por Bélgica, tomamos el tranvía que desde el hotel nos llevó hasta la catedral de San Miguel y Santa Gudula.
Esta iglesia de estilo gótico se empezó a construir en 1226 aunque la fachada data del siglo XV. En su interior destacan los vitrales realizados a partir de los cartones de Bernard Van Orley y el coro en donde descansan los restos mortales de Juan II, duque de Brabante, su esposa Margarita de York y el archiduque Ernesto.
Bajando por la Rue d'Arenberg, llegamos a la entrada a las Galerías St. Hubert, un pasadizo cubierto edificado en 1846-47, lleno de tiendas de lujo y de las más famosas bombonerías de Bruselas, como Leónidas, Neuhaus o Pierre Marcolini.
Directos a la Grand Place, haciendo alguna breve parada en esas tiendas de chocolate que son toda una tentación.
Al fin podíamos mostrar al grupo la preciosa plaza de la Grand Place y también podíamos nosotras dos conocerla sin los tenderetes de la fiesta de la cerveza que si bien le da un gran ambiente a la misma, le quita toda la posibilidad de observar con detenimiento cada uno de sus edificios, entre los que destaca el Ayuntamiento, y la Casa del Rey.
Declarada Patrimonio Mundial de la UNESCO, empezó a tomar forma en el siglo XV con la construcción de un mercado de abastos y varias casas gremiales, a las que más adelante se sumaría un ayuntamiento a fin de asentar la autoridad de este núcleo comercial. En 1695, tras ser sometida a tres días de bombardeo por el ejército francés, quedó casi totalmente destruida, pero en tres años logró renacer de sus cenizas como un ave fénix.
En la esquina de la calle Charles Buls con la Grande Place se encuentra la estatua de Charles-Everad, de bronce. No se os olvide tocarla para tener buena suerte.
Continuando por esta calle que más adelante se transforma en la Rue de l'Etuve, llegamos a la famosa estatua del Manneken Pis, ejecutada en el siglo XVIII por Jerome Duquesnoy, encarna el espíritu rebelde de los bruselenses. Fue en su día una de las numerosas fuentes que abastecían la ciudad de agua. Con el tiempo, ha abandonado el estatus de simple fuente pública para adquirir rango de figura legendaria.
Tras esta estatua, hay varias leyendas. Una relacionada con un pequeño de dos años al que las tropas colgaron en una cesta de un árbol y desde allí orinó sobre las tropas enemigas, que perdieron la batalla. También se dice que en el siglo XIV, Bruselas estuvo sitiada y los enemigos idearon colocar cargas explosivas en las murallas y un niño llamado Juliaanske salvó a la ciudad orinando sobre la mecha encendida.
La historia que más se cuenta es la siguiente: Un rico comerciante que visitaba la ciudad en familia perdió a su hijo pequeño y se organizaron unos grupos de búsqueda. El niño fue encontrado riendo y orinando en un pequeño jardín, por lo que el padre decidió ayudar a la construcción de una fuente. Una fuente que tiene a su hijo orinando en la parte superior.
Sea cual sea la verdad, si es que alguna de estas leyendas lo es, tu viaje a Bruselas estará incompleta si no dedicas unos minutos a admirar la famosa estatuilla.
Y ya que has llegado hasta aquí, por si el tamaño del Manneken Pis te decepciona un poco, anímate tomando un gofre en Funambule, riquísimos.
Repuestas ya las energías después de uno de los mejores gofres que he probado en toda mi vida, seguimos enseñando la ciudad y nuestros compañeros de viaje, siguiendo más o menos el recorrido por el que nos llevó nuestro guía 3 años antes. Y así llegamos a la Plaza de España con la escultura de Don Quijote y Sancho y la iglesia de San Nicolás.
Y del niño meón a la niña meona o Jeanneke-Pis, estatua esculpida por Denis-Adrien Devouvrie en 1985 e inaugurada en 1987. De unos 50 cm de alto y tallada en piedra caliza azul grisácea, representa a una niña con el pelo recogido en coletas, orinando en cuclillas, aparentemente con mucha calma y aspecto burlón. Nos dio algo de pena porque la pobre se encuentra con una callejuela justo al lado de la cervecería Delirium y la verdad es que olía a meados y demás sustancias difíciles de identificar.
Seguimos nuestro camino hasta el edificio de la Bolsa, y desde allí nos adentramos en la zona de restaurantes más económicos de la ciudad, la zona bohemia.
Y nos acercamos a la Place Saint-Géry en donde se ubica un antiguo mercado. Contamos a nuestros compañeros de viaje que ese mercado estaba situado en una isla antaño rodeado de canales. Agotados ya del día, decidimos hacer un pequeño descanso en su interior puesto que tenían unas cómodas hamacas.
De vuelta a la parada de tranvía que nos volvería a llevar a nuestro hotel, pasamos de nuevo por la Grand Place. Si de día, es impresionante, de noche, es única. Difícil expresar con palabras las sensaciones al ver iluminados todos los edificios.
Se acababa este primer día en Bruselas. Enseguida os contamos cómo fue nuestro segundo día por la ciudad.
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