Aunque nosotros ya conocíamos Brujas de nuestra anterior visita en Julio del 2012, por supuesto sabíamos que íbamos a volver aunque solo fuera un día, porque sin duda la ciudad de Brujas es hasta el día de hoy uno de los lugares más bonitos e increíbles de Europa y del mundo, así que no podíamos negarnos a volver a pasear por sus canales en esta ocasión.
Considerada la Venecia del norte de Europa, un paseo por sus calles y sus canales, visitando alguno de sus monumentos emblemáticos así como degustando sus frites en la Grote Markt o sus bombones o sus gofres, se convertirá en un recuerdo que nunca olvidarás. Por ello su casco antiguo está considerado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 2000.
Con nuestra blue badge de minusválido, aparcamos cerca del Vismarkt o mercado del pescado y desde este punto nos dirigimos a la plaza Burg, la plaza del Ayuntamiento.
Una vez que pasemos el arco del Callejón del asno ciego para llegar a la plaza del Ayuntamiento. La leyenda cuenta que el nombre de este callejón se debe a un asno ciego. En la esquina izquierda de la calle, junto al canal, existió durante muchos años un molino movido por un burro al que le tapaban los ojos con la buena intención de ahorrarle una depresión por su monótono trabajo. Y así es como nació el nombre de la calle.
El edificio más importante de la plaza es el Ayuntamiento o Bruggemuseum, uno de los más antiguos consistorios de los Países Bajos y ejemplo de majestuosidad gótica que sirvió de muestra para muchos otros. En su interior, destaca la impresionante Sala Gótica y su bóveda de madera policromada.
El edificio de al lado es el Franconato de Brujas, ya que la entrada al Ayuntamiento incluye también la entrada a este lugar, no desaproveches la oportunidad de admirar su fastuosa chimenea de madera de roble y grabados de alabastro. La función inicial de esta gran casa señorial fue gobernar los campos de Brujas para después pasar a ser sede de los Tribunales de Justicia.
En esta misma plaza también destaca la Basílica de la Santa Sangre, una doble capilla de aire místico. En el piso inferior fue construida la iglesia románica de San Basilio y en la basílica neogótica del piso superior se guarda y venera la reliquia de la Santa Sangre desde tiempos inmemorables.
Podríamos habernos dirigido directamente a la Grote Markt, pero en vez de ello, dimos un rodeo para llegar al famoso muelle del Rosario, el lugar más fotografiado de Brujas y no es para menos, aunque he de reconocer que en este segundo viaje a la ciudad, he descubierto otro lugar aún más mágico que este que ya os mostraré. En este punto se encontraba antguamente el puerto de la Sal.
Asimismo nos encontramos con el puente de Nepomuceno, que debe su nombre a la estatua del santo que fue arzobispo de Praga y confesor de la reina Sofía de Bavaria.
Seguimos recorriendo todo el Dijver, hasta llegar a la Iglesia de Nuestra Señora pasando por el museo Groeninge, al cual no accedemos porque nos espera la única escultura de Miguel Ángel que se encuentra fuera de Italia.
La torre de la Iglesia de Nuestra Señora construida en ladrillo es la más alta de Europa con sus 122 metros. En el interior se encuentra la estatua de Miguel Ángel La Virgen y el Niño y el Mausoleo de María de Borgoña y Carlos el Temerario. Nos resulta extraño que en esta ocasión tengamos que pagar para acceder a ver la preciosa escultura, pues en nuestra anterior visita no fue así. De todos modos, con tan solo observar la belleza y la serenidad de la pieza, merece la pena el gasto. Además, no podemos evitar recordar la escena de la película Monuments Men en la que uno de los protagonistas muere al evitar que la famosa estatua caiga en manos de los nazis. Perdón por el spoiler.
Entenderéis ahora ese rodeo, y es que los horarios de los monumentos condicionan la visita a la ciudad, sobre todo si se trata de volver a admirar la bellísima escultura.
A estas horas, ya iba llegando el momento de comer, y así hicimos, y en vista de la experiencia de Gante, fuimos directos al local de comida rápida Bocca, para probar su pasta en cajas. La verdad es que tuvimos mucha suerte, puesto que incluso pudimos sentarnos en la terraza.
Muy cerca se encuentra la Catedral de San Salvador, la iglesia parroquial más antigua de la ciudad, a cuyo interior accedimos.
Y así continuamos nuestro paseo hasta la Grote Markt o Plaza Mayor. La plaza está dominada por el Campanario, un edificio majestuoso que es, desde hace siglos, el lugar ideal para divisar guerras, fuego o cualquier otra calamidad. En esta ocasión no subimos a lo alto de la torre. Además en el centro de la plaza se encuentra la estatua de Jan Breydel y Pieter De Coninck, dos héroes populares que en 1302, durante la batalla de las espuelas doradas, desarrollaron un papel principal en la resistencia flamenca contra de la dominación francesa. Desde este lugar, se puede contemplar el Palacio Provincial, un edificio neogótico. Y por supuesto, agotados ya del paseo, nos sentamos a los pies de los héroes y nos comimos unas frites con ketchup, riquísimas.
Desde la la Grote Markt nos dirigimos a la plaza de Jan van Eyckplein pasando por el museo de las patatas fritas.
La plaza Jan van Eyckplein fue el Manhattan del periodo borgoñón, este era el lugar por donde pasaba todo. Aquí las mercancías eran cargadas a bordo y desembarcadas, y se producía el pago de un peaje. Una frenética actividad con una banda sonora compuesta de diferentes idiomas, unos más ruidosos que otros. En el número 1-2 de la calle Huis De Roode Steen se encuentra la antigua Aduana, donde se realizaba el cálculo de los peajes. Y también se ubica en la plaza la Lonja de los Burgueses, una clase de club privado del siglo XV, lugar de reunión para los eminentes burgueses de Brujas y comerciantes extranjeros. Escondido detrás de la esquina podrás saludar al Oso de Brujas, un importante símbolo de la ciudad.
Volvimos prácticamente sobre nuestros pasos, y nos dirigimos con decisión hacia el Beaterio de Brujas, no sin antes hacer una parada en Chez Albert para degustar un gofre. Mmmmm, qué rico, aunque personalmente me quedo con los de Bruselas.
Casi sin quererlo, descubrimos un nuevo lugar, el puente de San Bonifacio, que aunque no lo parezca, data de principios del siglo XX. El lugar es muy romántico y tiene un encanto especial.
El Principesco Beaterio Ten Wijngaarde data de 1245, y hoy no lo habitan las beguinas sino hermanas benedictinas. Aún así uno puede hacerse a la idea de cómo era una jornada diaria en el siglo XVII con su jardín, las blancas fachadas de las casas y el silencio.
A pesar del cansancio ya acumulado durante el día, aún tuvimos fuerzas, después de un merecido descanso, para acercarnos a la Torre de la Pólvora y al puente del Minnewater y así descubrir el que, desde ese momento, se ha convertido en mi lugar favorito de Brujas. Creo que las fotos hablan por sí mismas.
Un paseo más disfrutando de este precioso lago, el Minnewater, el lago del Amor. Os contaré para acabar con el día, el relato de por qué se llama así. Cuenta una leyenda que en tiempos de la ocupación romana, Minna estaba enamorada de Stromberg, un joven de otra tribu (que no era del agrado del padre de la muchacha) por lo que esta decidió escapar y esconderse en el bosque. Cuando el muchacho la encuentra ya es demasiado tarde, pues esta muere de hambre entre sus brazos. Entonces, el joven decide enterrarla en ese mismo lugar e inundar su tumba rompiendo un dique, dando lugar al lago que lleva su nombre.
Lo cierto es que el lugar es precioso y muy romántico, así que déjate llevar por la leyenda y disfruta de las vistas y del entorno.
Era ya el momento de despedirnos de Brujas, con mucha pena y nostalgia. Había sido un día perfecto, el tiempo nos había acompañado y habíamos disfrutado del paseo y del arte pero nuestros pies estaban pidiendo a gritos un descanso, así que lentamente y con cierta dificultad, nos dirigimos de nuevo a donde habíamos aparcado. Y así dimos por concluido nuestra visita a Brujas.
Seguimos recorriendo todo el Dijver, hasta llegar a la Iglesia de Nuestra Señora pasando por el museo Groeninge, al cual no accedemos porque nos espera la única escultura de Miguel Ángel que se encuentra fuera de Italia.
La torre de la Iglesia de Nuestra Señora construida en ladrillo es la más alta de Europa con sus 122 metros. En el interior se encuentra la estatua de Miguel Ángel La Virgen y el Niño y el Mausoleo de María de Borgoña y Carlos el Temerario. Nos resulta extraño que en esta ocasión tengamos que pagar para acceder a ver la preciosa escultura, pues en nuestra anterior visita no fue así. De todos modos, con tan solo observar la belleza y la serenidad de la pieza, merece la pena el gasto. Además, no podemos evitar recordar la escena de la película Monuments Men en la que uno de los protagonistas muere al evitar que la famosa estatua caiga en manos de los nazis. Perdón por el spoiler.
Entenderéis ahora ese rodeo, y es que los horarios de los monumentos condicionan la visita a la ciudad, sobre todo si se trata de volver a admirar la bellísima escultura.
A estas horas, ya iba llegando el momento de comer, y así hicimos, y en vista de la experiencia de Gante, fuimos directos al local de comida rápida Bocca, para probar su pasta en cajas. La verdad es que tuvimos mucha suerte, puesto que incluso pudimos sentarnos en la terraza.
Muy cerca se encuentra la Catedral de San Salvador, la iglesia parroquial más antigua de la ciudad, a cuyo interior accedimos.
Y así continuamos nuestro paseo hasta la Grote Markt o Plaza Mayor. La plaza está dominada por el Campanario, un edificio majestuoso que es, desde hace siglos, el lugar ideal para divisar guerras, fuego o cualquier otra calamidad. En esta ocasión no subimos a lo alto de la torre. Además en el centro de la plaza se encuentra la estatua de Jan Breydel y Pieter De Coninck, dos héroes populares que en 1302, durante la batalla de las espuelas doradas, desarrollaron un papel principal en la resistencia flamenca contra de la dominación francesa. Desde este lugar, se puede contemplar el Palacio Provincial, un edificio neogótico. Y por supuesto, agotados ya del paseo, nos sentamos a los pies de los héroes y nos comimos unas frites con ketchup, riquísimas.
Desde la la Grote Markt nos dirigimos a la plaza de Jan van Eyckplein pasando por el museo de las patatas fritas.
La plaza Jan van Eyckplein fue el Manhattan del periodo borgoñón, este era el lugar por donde pasaba todo. Aquí las mercancías eran cargadas a bordo y desembarcadas, y se producía el pago de un peaje. Una frenética actividad con una banda sonora compuesta de diferentes idiomas, unos más ruidosos que otros. En el número 1-2 de la calle Huis De Roode Steen se encuentra la antigua Aduana, donde se realizaba el cálculo de los peajes. Y también se ubica en la plaza la Lonja de los Burgueses, una clase de club privado del siglo XV, lugar de reunión para los eminentes burgueses de Brujas y comerciantes extranjeros. Escondido detrás de la esquina podrás saludar al Oso de Brujas, un importante símbolo de la ciudad.
Volvimos prácticamente sobre nuestros pasos, y nos dirigimos con decisión hacia el Beaterio de Brujas, no sin antes hacer una parada en Chez Albert para degustar un gofre. Mmmmm, qué rico, aunque personalmente me quedo con los de Bruselas.
Casi sin quererlo, descubrimos un nuevo lugar, el puente de San Bonifacio, que aunque no lo parezca, data de principios del siglo XX. El lugar es muy romántico y tiene un encanto especial.
El Principesco Beaterio Ten Wijngaarde data de 1245, y hoy no lo habitan las beguinas sino hermanas benedictinas. Aún así uno puede hacerse a la idea de cómo era una jornada diaria en el siglo XVII con su jardín, las blancas fachadas de las casas y el silencio.
Un paseo más disfrutando de este precioso lago, el Minnewater, el lago del Amor. Os contaré para acabar con el día, el relato de por qué se llama así. Cuenta una leyenda que en tiempos de la ocupación romana, Minna estaba enamorada de Stromberg, un joven de otra tribu (que no era del agrado del padre de la muchacha) por lo que esta decidió escapar y esconderse en el bosque. Cuando el muchacho la encuentra ya es demasiado tarde, pues esta muere de hambre entre sus brazos. Entonces, el joven decide enterrarla en ese mismo lugar e inundar su tumba rompiendo un dique, dando lugar al lago que lleva su nombre.
Lo cierto es que el lugar es precioso y muy romántico, así que déjate llevar por la leyenda y disfruta de las vistas y del entorno.
Era ya el momento de despedirnos de Brujas, con mucha pena y nostalgia. Había sido un día perfecto, el tiempo nos había acompañado y habíamos disfrutado del paseo y del arte pero nuestros pies estaban pidiendo a gritos un descanso, así que lentamente y con cierta dificultad, nos dirigimos de nuevo a donde habíamos aparcado. Y así dimos por concluido nuestra visita a Brujas.
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