Santo Domingo de la Calzada es una ciudad ligada al Camino de Santiago desde sus orígenes. Su fundador, Domingo García, nació en Vitoria de Rioja (Burgos) hacia el año 1019. Decidido a entregar su vida a Dios, quiso ingresar en los monasterios de Valvanera y de San Millán, pero fue rechazado en ambos. Alrededor del 1040 se retiró como eremita a los bosques que ocupaban el lugar en el que hoy se levanta la ciudad, y desde allí observó las dificultades que los peregrinos, rumbo a Compostela, encontraban al atravesar la zona. Trabajó desde entonces para facilitarles el recorrido con la construcción de un puente que permitiera salvar el curso del río Oja, un hospital donde refugiarse, una calzada que uniera Nájera con Redecilla del Camino (Burgos) y una pequeña iglesia. Recibió el apoyo de Alfonso VI de Castilla, a cuya tarea repobladora beneficiaba el burgo derivado de la actuación de Domingo. Fue el rey quien cedió el terreno sobre el que se edificaría la primera iglesia, hoy perdida, consagrada en 1106. A su muerte, el 12 de mayo de 1109, fue enterrado en el camino que había trazado. Sus seguidores mantuvieron el pequeño núcleo de población, que con el tiempo adoptaría su nombre, y continuaron su obra con la creación de una cofradía, la misma que hoy se encarga de preservar el recuerdo del Santo y las tradiciones a él vinculadas y de acoger a los peregrinos en el albergue que atienden.
Construcción de la Catedral
El nuevo templo fue comenzado en 1158 con planos del maestro Garçion, quien diseñó una iglesia de planta de cruz latina de tres naves con girola, en la que se abrían tres capillas semicirculares o absidiolos y tribuna sobre ella.
Del proyecto inicial se conserva la cabecera hasta el crucero, excepción hecha de las modificaciones efectuadas durante los siglos XV y XVI, centradas en la construcción de la capilla de San Andrés y la reforma de los absidiolos septentrional y meridional, capillas de San Bartolomé y de Santiago respectivamente. En esta cabecera románica destacan los relieves de los capiteles y de los pilares que rodean el presbiterio.
A principios del siglo XIV se habían construido las tres naves, cubiertas con bóvedas de crucería simple en el caso de las laterales y de ocho nervios en la central, y el templo se cerraba por el extremo occidental con una portada carente de decoración esculpida, reflejo de un momento de dificultades económicas para la Catedral. Fue entonces cuando se acometió la fortificación del edificio, atendiendo a las necesidades derivadas de las continuas luchas fronterizas entre Castilla y Navarra. Con tal fin se construyeron un pórtico a los pies y un camino de ronda por el interior, del que quedan vestigios en la nave lateral izquierda, sobre las puertas de acceso al claustro o sobre las capillas También en el siglo XIV se reformó el claustro.
El siglo XV dio paso a una nueva etapa de intensa actividad constructiva en la catedral, que se prolongó a lo largo de la centuria siguiente. A este periodo se deben la ampliación del transepto sur, motivada por el hundimiento del pilar suroccidental del crucero, la elevación de la altura de la capilla mayor, el monumento funerario gótico del Santo y la construcción de las capillas de San Andrés, del Rosario, de la Inmaculada, de San Jorge o de Hermosilla, de San Juan Bautista o de Santa Teresa y de la Magdalena, todas ellas capillas laterales que rompen el perímetro inicial del templo. A mediados del siglo XVII se edificó la capilla de los Mártires.
Entre 1761 y 1765 se construyeron la actual fachada sur, presidida por los santos patronos de la diócesis, San Emeterio, San Celedonio y Santo Domingo y la torre exenta.
Ya en 1958 se dotó al templo de una cripta que recoge el sepulcro con las reliquias del Santo.
El retablo
Hasta 1994, año en el que se desmontó para su restauración, se situaba en la capilla mayor, espacio para el fue construido. Es obra del escultor Damián Forment, que recibió el encargo en 1537 y se ocupó de su ejecución hasta su muerte en la Navidad de 1540. Fue terminado por los miembros de su taller. Empleó madera de nogal para las esculturas y de pino en la estructura y los relieves, además de alabastro en el zócalo. Se dedica al Salvador y a la Virgen, en el misterio de la Asunción, cuyas imágenes se sitúan en la calle central. Sobre ellas destaca la presencia del óculo eucarístico, un espacio destinado a la exposición permanente del Santísimo, privilegio de la iglesia aragonesa desde el siglo XIV y que Forment, valenciano cuya obra se desarrolló en el territorio de la Corona de Aragón, trajo hasta Santo Domingo.
El mausoleo del Santo
Según la tradición, fue el propio Domingo quien preparó su sepulcro en la calzada que él mismo trazara, al exterior de la desaparecida iglesia primitiva. Años después, la construcción del nuevo templo recogería en su interior el enterramiento, concretamente en el transepto sur.
El mausoleo es el resultado de tres intervenciones sucesivas. Al primer cuarto del siglo XIII corresponde la lauda sepulcral, que formó parte del primer monumento funerario. Se trata de una yacente de dos metros en altorrelieve, pieza rara en el arte funerario europeo del momento. Presenta al Santo sobre el lecho mortuorio, con las manos cruzadas sobre el pecho, rodeado por seis ángeles. La restauración llevada a cabo en 2009 recuperó la mayor parte de la policromía.
La lápida se asienta sobre una mesa de alabastro, que el escudo labrado del obispo Diego López de Zúñiga, promotor de la obra, permite fechar en la primera mitad del siglo XV. Doce escenas muestran distintos milagros y episodios de la vida del Santo. En ella se aprecian las consecuencias del hundimiento de bóvedas de 1508 que afectó directamente al sepulcro situado debajo.
Cubre el conjunto un baldaquino, también de alabastro, tradicionalmente atribuido en su traza a Felipe de Vigarny y en su ejecución a Juan de Rasines, contratado en 1513.
Al arco situado en la cabecera del Santo se acopló otro de plata procedente de México, que fue donado en 1763. Bajo él se cobija la imagen de Santo Domingo, tallada por Julián de San Martín en 1789, y punto de partida de la iconografía que lo presenta como santo abuelito.
El monumento está rodeado por un zócalo de mármol sobre el que se levanta una reja de hierro dorada y policromada, obra de Sebastián de Medina de 1708.
El siglo XV dio paso a una nueva etapa de intensa actividad constructiva en la catedral, que se prolongó a lo largo de la centuria siguiente. A este periodo se deben la ampliación del transepto sur, motivada por el hundimiento del pilar suroccidental del crucero, la elevación de la altura de la capilla mayor, el monumento funerario gótico del Santo y la construcción de las capillas de San Andrés, del Rosario, de la Inmaculada, de San Jorge o de Hermosilla, de San Juan Bautista o de Santa Teresa y de la Magdalena, todas ellas capillas laterales que rompen el perímetro inicial del templo. A mediados del siglo XVII se edificó la capilla de los Mártires.
Entre 1761 y 1765 se construyeron la actual fachada sur, presidida por los santos patronos de la diócesis, San Emeterio, San Celedonio y Santo Domingo y la torre exenta.
Ya en 1958 se dotó al templo de una cripta que recoge el sepulcro con las reliquias del Santo.
El retablo
Hasta 1994, año en el que se desmontó para su restauración, se situaba en la capilla mayor, espacio para el fue construido. Es obra del escultor Damián Forment, que recibió el encargo en 1537 y se ocupó de su ejecución hasta su muerte en la Navidad de 1540. Fue terminado por los miembros de su taller. Empleó madera de nogal para las esculturas y de pino en la estructura y los relieves, además de alabastro en el zócalo. Se dedica al Salvador y a la Virgen, en el misterio de la Asunción, cuyas imágenes se sitúan en la calle central. Sobre ellas destaca la presencia del óculo eucarístico, un espacio destinado a la exposición permanente del Santísimo, privilegio de la iglesia aragonesa desde el siglo XIV y que Forment, valenciano cuya obra se desarrolló en el territorio de la Corona de Aragón, trajo hasta Santo Domingo.
El mausoleo del Santo
Según la tradición, fue el propio Domingo quien preparó su sepulcro en la calzada que él mismo trazara, al exterior de la desaparecida iglesia primitiva. Años después, la construcción del nuevo templo recogería en su interior el enterramiento, concretamente en el transepto sur.
El mausoleo es el resultado de tres intervenciones sucesivas. Al primer cuarto del siglo XIII corresponde la lauda sepulcral, que formó parte del primer monumento funerario. Se trata de una yacente de dos metros en altorrelieve, pieza rara en el arte funerario europeo del momento. Presenta al Santo sobre el lecho mortuorio, con las manos cruzadas sobre el pecho, rodeado por seis ángeles. La restauración llevada a cabo en 2009 recuperó la mayor parte de la policromía.
La lápida se asienta sobre una mesa de alabastro, que el escudo labrado del obispo Diego López de Zúñiga, promotor de la obra, permite fechar en la primera mitad del siglo XV. Doce escenas muestran distintos milagros y episodios de la vida del Santo. En ella se aprecian las consecuencias del hundimiento de bóvedas de 1508 que afectó directamente al sepulcro situado debajo.
Cubre el conjunto un baldaquino, también de alabastro, tradicionalmente atribuido en su traza a Felipe de Vigarny y en su ejecución a Juan de Rasines, contratado en 1513.
Al arco situado en la cabecera del Santo se acopló otro de plata procedente de México, que fue donado en 1763. Bajo él se cobija la imagen de Santo Domingo, tallada por Julián de San Martín en 1789, y punto de partida de la iconografía que lo presenta como santo abuelito.
El monumento está rodeado por un zócalo de mármol sobre el que se levanta una reja de hierro dorada y policromada, obra de Sebastián de Medina de 1708.
Frente al mausoleo se sitúa un gallinero gótico de piedra policromada, construido a mediados del siglo XV, que alberga un gallo y una gallina vivos en conmemoración del milagro del peregrino ahorcado injustamente.
El milagro del gallo y la gallina
Un matrimonio alemán y su joven hijo, Hugonell, se dirigen en peregrinación a Compostela. Al llegar a Santo Domingo se hospedan en un mesón. La hija del posadero se enamora del joven, pero al no ser correspondida decide vengarse ocultando una copa de plata en el equipaje del joven. Cuanto este abandona la ciudad, la muchacha denuncia el robo. Al ser capturado, se encuentra la copa entre sus pertenencias por lo que es acusado de robo y condenado a la horca.
Al día siguiente, sus padres, antes de emprender el viaje, van a ver el cuerpo de su hijo, quien sorprendentemente estaba vivo y les dice: que el bienaventurado Santo Domingo de la Calzada le había conservado la vida. Los padres acuden a contar el suceso al corregidor de la ciudad, pero este, escéptico, comenta que el joven está tan vivo como el gallo y la gallina asados que se dispone a comer. Al instante las aves recuperan las plumas y la vida, dando fe del portentoso milagro. De allí el dicho: "Santo Domingo de la Calzada, donde cantó la gallina después de asada".
La torre
La torre exenta es la cuarta que se levantó en la catedral. La primera sobre el espacio que actualmente ocupa el gallinero, se construyó a finales del siglo XII o principios del XIII y fue destruida por un rayo en 1450. La sustituyó una segunda que terminada hacia 1560, a mediados del XVIII amenazaba ruina. El obispo Andrés de Porras y Temes decidió la edificación de la tercera, que se llevó a cabo entre 1759 y 1760 y adoptó la tipología de torre-pórtico, apoyada una de sus caras en la fachada sur y el resto en unos arcos bajo los que discurría la calle. Apenas un año después se desmontó por problemas estructurales derivados de la inestabilidad del terreno, que implicaron además la ruina de la mencionada fachada. El mismo prelado acometió la construcción de una nueva portada y de la cuarta torre, para la que se buscó un emplazamiento más seguro a unos ocho metros de la Catedral.
Sus 70 metros de altura se dividen en tres cuerpos, de planta cuadrada los dos primeros y octogonal el de campanas, con cuatro torrecillas en los ángulos, que se cubre con cúpula rematada por una esbelta linterna. Responde así al llamado modelo riojano de torre barroca que siguen, entre otras, la de Briones y las gemelas de la concatedral de Santa María la Redonda de Logroño, ambas del mismo autor.
El claustro
El claustro que hoy contemplamos es fruto de la reforma acometida en 1340 por el obispo Juan del Pino. Construido en piedra y ladrillo, está cubierto con bóvedas de crucería, ocho por cada crujía o galería. Durante los siglos XV y XVI se fueron añadiendo a sus muros y entre los vanos una serie de capillas que prácticamente cerraron el patio. De escaso valor artístico fueron eliminadas, en su mayoría en la restauración que tuvo lugar entre 1984 y 1987.
La sala capitular
La sala capitular fue construida bajo el mandato del obispo del Pino y reformada en el de Pedro González de Mendoza, en la segunda mitad del siglo XV.
Entre sus fondos sobresalen tres trípticos flamencos pintados al óleo sobre tabla: el Tríptico de la Anunciación, de Joos van Cleve, ejecutado entre 1515 y 1520; el Tríptico de la Adoración de los Reyes Magos, obra anónima de finales del siglo XV; y el de la Misa de San Gregorio, realizado hacia 1530 por Adrian Isenbrant.
En cuanto a la escultura, destaca el llamado retablo de los Apóstoles, dos relieves en piedra del románico que pudieron formar parte, junto con los de San Pedro y San Juan que se muestran en la cripta, de un apostolado perteneciente a la desaparecida portada románica del transepto sur. Sobresalen también un frontal de altar de madera dorada y policromada de hacia el 1300, con el Trono de la Misericordia en el centro rodeado por el tetramorfos, y una imagen procesional gótica de Santo Domingo, venerada hasta finales del siglo XVIII. Excepcional es la talla de Verónica, obra hispano-flamenca de finales del siglo XV. La colección escultórica se completa con un conjunto de bultos en madera, en su mayor parte fechados en el siglo XVI y XVII, y dos relieves, la Misa de San Gregorio y San Jerónimo Penitente, policromados por Andrés de Melgar en 1553.
Os dejo algunas fotos más del interior de la catedral y de la subida a las defensas.
Espero que os haya gustado este reportaje sobre la Catedral de Santo Domingo de la Calzada en La Rioja.
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