Entre los pueblos de Camesa y de Rebolledo, bajo los trigales, late el pulso de una antigua ciudad romana enterrada que la arqueología está sacando a la luz.
Su vida se vincula con la Legión IV Macedónica tras las Guerras Cántabras (29-19 a. C.) y con una calzada que se bifurca en las inmediaciones. También se relaciona con un castro cántabro y con un campamento romano. Pero su historia está aún por escribir.
Una residencia señorial
Muy cerca, podemos visitar una edificación que superaba los 1.000 metros cuadrados de superficie útil, situada al borde de una antigua calzada. Presidía un barrio situado a las afueras de la ciudad.
Se trataba de una villa, una gran residencia señorial. El tamaño del edificio, los paramentos de pinturas murales que decoraron uno de sus corredores y las termas prueban la condición adinerada de sus propietarios.
Las termas: un balneario privado.
Un sistema de calefacción por hipocausto, mediante aire procedente de un horno y que circulaba bajo el suelo, permitió crear este balneario privado. Todo un ala del edificio se consagró al placer del baño y el masaje.
Bañeras con agua caliente, templada y fría, sauna y vestuario en salas independientes, permitían disfrutar del placer del agua mientras el sol de la tarde entraba por las ventanas.
La necrópolis medieval
La población cántabro-romana ocupó el lugar entre los siglos I y III de nuestra era. Luego se abandonó. Tres siglos más tarde, en época visigoda, una nueva población reaprovecha en parte el edificio y crea en torno al ala termal una necrópolis de tumbas de fosa.
El destino del lugar quedaba marcado para muchas centurias: al menos hasta el siglo XII tumbas de laja y sarcófagos se multiplican, concentrados en torno a una iglesia prerrománica.
El centro de visitantes
Un gran centro de 1.300 metros cuadrados protege los vestigios arqueológicos y permite al visitante realizar la visita guiada y señalizada, disfrutando de una visita panorámica excelente.
Además el centro ofrece un espacio de exposición donde tienen cabida la arqueología y el patrimonio de la comarca.
Su vida se vincula con la Legión IV Macedónica tras las Guerras Cántabras (29-19 a. C.) y con una calzada que se bifurca en las inmediaciones. También se relaciona con un castro cántabro y con un campamento romano. Pero su historia está aún por escribir.
Una residencia señorial
Muy cerca, podemos visitar una edificación que superaba los 1.000 metros cuadrados de superficie útil, situada al borde de una antigua calzada. Presidía un barrio situado a las afueras de la ciudad.
Se trataba de una villa, una gran residencia señorial. El tamaño del edificio, los paramentos de pinturas murales que decoraron uno de sus corredores y las termas prueban la condición adinerada de sus propietarios.
Las termas: un balneario privado.
Un sistema de calefacción por hipocausto, mediante aire procedente de un horno y que circulaba bajo el suelo, permitió crear este balneario privado. Todo un ala del edificio se consagró al placer del baño y el masaje.
Bañeras con agua caliente, templada y fría, sauna y vestuario en salas independientes, permitían disfrutar del placer del agua mientras el sol de la tarde entraba por las ventanas.
La necrópolis medieval
La población cántabro-romana ocupó el lugar entre los siglos I y III de nuestra era. Luego se abandonó. Tres siglos más tarde, en época visigoda, una nueva población reaprovecha en parte el edificio y crea en torno al ala termal una necrópolis de tumbas de fosa.
El destino del lugar quedaba marcado para muchas centurias: al menos hasta el siglo XII tumbas de laja y sarcófagos se multiplican, concentrados en torno a una iglesia prerrománica.
El centro de visitantes
Un gran centro de 1.300 metros cuadrados protege los vestigios arqueológicos y permite al visitante realizar la visita guiada y señalizada, disfrutando de una visita panorámica excelente.
Además el centro ofrece un espacio de exposición donde tienen cabida la arqueología y el patrimonio de la comarca.
PROPIEDAD Y VISITAS: Gobierno de Cantabria. Posee régimen de visitas organizado y servicio de guía.
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