En nuestro viaje a Italia del verano de 2016 decidimos hacer una parada en la localidad de Nimes en la Provenza francesa para visitar sus monumentos más conocidos.
Aparcamos en un parking subterráneo en el Boulevard Gambetta, justo al lado de la iglesia de San Baudelio que encontramos cerrada.
Aparcamos en un parking subterráneo en el Boulevard Gambetta, justo al lado de la iglesia de San Baudelio que encontramos cerrada.
Una vez situados en el mapa y gracias a las indicaciones de unos viandantes, nos dirigimos hacia la Arena por el Boulevard Amiral Courbet, pasando por el Museo Arqueológico, al que no entramos puesto que íbamos con el tiempo justo.
Llegamos a la Explanada Charles de Gaulle y a lo lejos divisamos la Iglesia del Santo Perpetuo.
Bajando por el Boulevard de la Liberation, llegamos a la Arena de Nimes.
Justo frente a la Arena, se encuentra el Palacio de Justicia.
Bordeamos el anfiteatro para llegar a las taquillas y así poder acceder a su interior.
La Arena de Nimes es un anfiteatro romano edificado en el año 27 a. C., en la actualidad se encuentra remodelado y se utiliza como coso taurino para la celebración de corridas de toros desde 1863.
Tiene un ruedo elíptico de 133 m de largo y 101 m de ancho. Está rodeado por 34 gradas, sustentadas por una construcción abovedada. Tiene capacidad para 16.300 espectadores y cuenta desde 1989 con una cubierta móvil y un sistema de calefacción.
En la Edad media, el anfiteatro fue transformado en fortaleza, lugar de refugio en caso de peligro. Más tarde, el interior fue ocupado por casas, una capilla e incluso el castillo de los Vizcondes de Nimes, de la misma forma que el teatro de Orange. Se tendrá que esperar a 1809, en plena época napoleónica para que los edificios fuesen derribado y el coliseo recobrase su aspecto original. Actualmente el anfiteatro se utiliza como plaza de toros y recinto de conciertos musicales y espectáculos variados.
Se puede comprar una entrada combinada con los tres edificios más representativos de la ciudad: la Arena, la Maison Carree y la Torre Magna o simplemente visitar la Arena. Nosotros al final nos decantamos por comprar solo el ticket de la Arena ya que no teníamos muy seguro que llegaramos hasta la Torre por falta de tiempo.
Tiene un ruedo elíptico de 133 m de largo y 101 m de ancho. Está rodeado por 34 gradas, sustentadas por una construcción abovedada. Tiene capacidad para 16.300 espectadores y cuenta desde 1989 con una cubierta móvil y un sistema de calefacción.
En la Edad media, el anfiteatro fue transformado en fortaleza, lugar de refugio en caso de peligro. Más tarde, el interior fue ocupado por casas, una capilla e incluso el castillo de los Vizcondes de Nimes, de la misma forma que el teatro de Orange. Se tendrá que esperar a 1809, en plena época napoleónica para que los edificios fuesen derribado y el coliseo recobrase su aspecto original. Actualmente el anfiteatro se utiliza como plaza de toros y recinto de conciertos musicales y espectáculos variados.
Se puede comprar una entrada combinada con los tres edificios más representativos de la ciudad: la Arena, la Maison Carree y la Torre Magna o simplemente visitar la Arena. Nosotros al final nos decantamos por comprar solo el ticket de la Arena ya que no teníamos muy seguro que llegaramos hasta la Torre por falta de tiempo.
En la visita vas viendo las diversas arcadas para finalmente llegar a la arena. No tiene pérdida pues hay indicaciones de por donde tienes que ir. También puedes ir escuchando la guía pero nosotros teníamos algo de prisa.
También se visitan dos salas, con información sobre los gladiadores y las corridas de toros respectivamente.
Desde la grada superior, pudimos hacer algunas fotos de Nimes.
El billete combinado son 12 euros, y la entrada en la arena 10 con audioguía incluido. Se pueden comprar los billetes online en este enlace, pero la verdad es que no tuvimos problemas en comprarlos en taquilla.
Nos gustó la arena, es increíble que aun se mantenga en pie aunque he de reconocer que sigue sin gustarme que reutilicen los espacios y que pongan gradas metálicas, para mi gusto, le quita su auténtico sabor de antaño.
Frente a la Arena, se encuentra una estatua del matador Nimeño II, uno de los toreros locales de mayor renombre, bien conocido en las plazas españolas. Nimeño II, nacido Christian Montcouquiol, es el protagonisma de una trágica historia. Este prometedor torero, que recibió la alternativa de manos de Rafael de Paula en las Ventas madrileñas, fue cogido por un toro el 10 de Septiembre de 1989 en la plaza de Arles, quedando parapléjico. Aunque recuperó parte de su movilidad después de un arduo proceso de rehabilitación, nunca pudo volver a los ruedos. En 1991, se ahorcó en el garaje de su domicilio.
En nuestro paseo por la ciudad de camino a la Maison Carreé, nos adentramos en la zona comercial de la ciudad, calles estrechas con auténtico sabor francés, llenas de tiendas, de boulangeries y de cafés con terrazas al aire libre.
Nos desviamos un poco para acercarnos a la Catedral de San Castor. La iglesia ha tenido una convulsa hstoria, muestra de las guerras de religión que azotaron toda la región durante dos siglos. Construida en 1646 sobre restos romanos aprovechado para una iglesia merovigia en el siglo XI, fue demolida y reconstrida dos veces en el siglo XVI y XVII. Por desgracia no pudimos visitar su interior, pues justamente ese día estaba cerrada. Al menos pudimos disfrutar de su fachada y sus curiosos canecillos.
Por último, antes de llegar ya a la Maison Carreé, encontramos de casualidad la Iglesia de St. Paul de mediados del siglo XIX. Aunque no tiene mucha importancia desde el punto de vista arquitectónico, no dudamos en entrar ya que en esta ocasión tuvimos la fortuna de que estuviera abierta.
Y por fin llegamos a la famosa Maison Carreé. Literalmente, la casa cuadrada. Este templo fue construido a principios del siglo I d.c. en honor a Cayo y LUcio César, nieto e hijo adoptivo del Emperador Augusto.
La construcción formaba parte del foro, centro económico y administrativo de Nemausus.
Es el único templo romano conservado en su integridad. Mide 26 m de largo por 15 de ancho y 17 de alto.
Aunque no accedimos a su interior, puesto que nos habíamos informado de que el interior está vacío y solamente ves un video que te cuenta la historia del monumento en francés con subtítulos en inglés, la verdad es que el exterior impresiona, por su antigüedad. Es como si de repente te hubiéramos trasladado al foro de Roma.
La plaza en la que se encuentra el monumento fue remodelado en 1993 por Norman Foster que construyó la Carrée de l'Art, centro cultural vanguardista, justo enfrente.
A pesar del madrugón, del viaje en coche y del cansancio acumulado ya en nuestro paseo por Nimes, no quisimos perder la oportunidad de acercarnos a los Jardines de la Fontaine para visitar la Torre Magna.
Los Jardines fueron construidos en 1745. Fuentes, avenidas, escalinatas y balaustradas de estilo neoclásico se menzclan con jarrones y estatuas en uno de los parques públicos más antiguos de Europa. Obra de Jacques Philippe Mareschal, ingeniero y arquitecto de Luis XV.
Dentro de los jardines, en la parte superior de los mismos, se encuentra la Torre Magna. Fue la torre más alta y prestigiosa de toda la muralla de NImes. Era una especie de faro y punto de referencia para la ciudad, señalando la presencia del santuario de la Source, probablemente un lugar de culto prerromano. Se construyó sobre una torre anterior de la Edad de Hierro de la que no queda vestigios. No accedimos a su interior pues no habíamos comprado con anterioridad las entradas en la Arena, y la verdad es que fue llegar, hacer unas fotos y enseguida nos tuvimos que volver al coche porque el tiempo se nos echaba encima.
Asimismo dentro de los jardines, se puede visitar el Templo de Diana. Considerado por muchos el monumento más romántico de la ciudad porque parece sacado de un poema de Lord Byron.
Hacia 1570 el arquitecto veneciano Palladio visitó Nimes y realizó numerosos croquis antes de que un incendio diese el actual aspecto al templo. Parece que los restos fueron dejados tal y como se encontraron tras las excavaciones y la construcción del parque en 1745. Parece que pudo ser un santuario consagrado al culto imperial que pudo abrigar una biblioteca y otros edificios anexos ya existentes.
Poco nos quedaba ya por descubrir Nimes. Rápidamente abandonamos los jardines por su entrada principal y sin más dilación, recorrimos a gran velocidad la distancia hasta el parking en donde habíamos dejado el coche. Aún teníamos como una hora larga hasta llegar al hotel y no olvidemos que nos habíamos levantado a las 4 de la mañana. Afortunadamente, antes de abandonar Nimes, vimos un McDonalds, no lo pensamos mucho, cenamos y así al llegar al hotel, fuimos directos a dormir. La verdad es que sin ser una ciudad inolvidable, Nimes nos gustó bastante.
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