Nos despedimos del Hotel Hermitage y nos dirigimos a Lucca, el último pueblo italiano que visitaríamos en este viaje. Nos vamos con algo de tristeza, aunque aún nos quedan unos días de viaje para concluir esta aventura veraniega de los 7 fantásticos.
Y afortunadamente Lucca nos dejó un gran sabor de boca. Nada que ver con la masificada Venecia y la locura de San Gimignano. Tranquila, apacible y llena de cultura.
Aparcamos extramuros cerca de la Viale Carlo del Prete. Y entramos en la ciuda amurallada por la Porta de Santa María.
En primer lugar visitamos la Basílica de San Frediano. Impresionante su mosaico en la fachada y su interior.
De allí nos dirigimos a la Pizza del Anfiteatro, construida sobre las ruinas de un antiguo anfiteatro.
Seguimos explorando la ciudad hasta la Torre Guinigi. Nuestros valientes hombres suben hasta lo más alto para sacar unas vistas de Lucca.
De camino a la Iglesia de San Miguel en Foro, vemos a lo lejos la Torre del Reloj, pero nuestros valientes están ya demasiado cansados de tantas escaleras y desisten de subir.
La iglesia nos sorprende gratamente sobre todo por su característica fachada propia del estilo pisano.
Nos desviamos un poco de nuestro recorrido para acercarnos a la Casa de Puccini. Recomendable si eres un amante de la música clásica, pero vamos que no tiene mucho de especial.
De camino al Duomo de San Martino, seguimos admirando esta bellísima ciudad que nos ha cautivado.
La catedral está dedicada a san Martín de Tours, se halla frente a la Plaza San Martín. Destaca de nuevo su fachada al estilo pisano y su amplio interior.
Y con la visita a la Catedral, dimos por concluido nuestro paseo por Lucca. Volvimos sobre nuestros pasos y frente a la Basílica de San Frediano, comimos, cómo no, pasta y pizza para despedirnos de Italia y de La Toscana.
¡Qué buen sabor de boca nos había dejado Lucca! Teníamos por delante unos cuantos cientos de kilómetros hasta el hotel Ibis en tierras ya francesas.
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