Otro madrugón en el día de hoy para ya adentrarnos en Italia. Antes de llegar al hotel, haríamos una breve parada en Pisa, que lógicamente no fue tan breve, para visitar su famosa y maravillosa Plaza de los Milagros con su imponente y torcida Torre Inclinada.
Con la reserva de la torre a las 15:30 por Internet, y las entradas compradas para el resto de los monumentos, y con más o menos seis horas de recorrido aún en coche, salimos temprano del hotel Ibis. Habíamos dormido bastante bien, cansados del viaje, y la verdad es que ya teníamos muchas ganas de llegar cuanto antes a Italia y empezar a disfrutar de verdad de ese hermoso país.
Primera parada para desayunar una vez pasada la frontera. Pobres de nosotros, pensamos que la gasolina estaría más barata en Italia que en Francia. Pues no, bastante más cara. Si en Francia podíamos repostar en autopista a 1,30 por litro de diesel, en Italia sobre todo en autopistas, el precio podía llegar a más de 1,50. Luego nos dimos cuenta de que repostar en gasolineras por carreteras secundarias era más barato. Y cómo echamos de menos los aires franceses, tan limpias y ordenadas.
La carretera de la costa es impresionante, con unas vistas del mar y de las localidades preciosas, pero muy estrecha, con muchos tramos a 90, y con muchos puentes y túneles y sin arcén. Aún así, el viaje mereció la pena. Daban ganas de pararse en cada pueblo que veíamos a lo lejos.
Teníamos la intención de aparcar en la calle Bonanno Pisano en el parking justo frente a la entrada de la plaza, pero al llegar estaba ya completo, así que seguimos calle abajo y en una de las perpendiculares, Via Diotisalvi, encontramos bastante sitio, zona azul, de pago, pero no restringida a determinadas horas, así que cogimos ticket de la máquina para varias horas y empezamos a descubrir Pisa.
Un poco más tarde de las 12:30 pasamos la Puerta Nueva para entrar en la famosa Plaza de los Milagros. No hay palabras para describir la sensación de esa inmensa explanada con el baptisterio, la catedral, el camposanto y la Torre. Parece como si hubieras cruzado una puerta del tiempo. A pesar de la multitud, no podrás apartar los ojos de la bellísima imagen del conjunto monumental que forman todos los edificios de la plaza.
Dudamos entre comer o empezar a ver alguno de los monumentos que teníamos reservado, teniendo en cuenta que a las 15:30 teníamos hora para subir a la torre.
Como vimos algo de cola en la catedral, nos dirigimos al Baptisterio. Al tener las entradas compradas de antemano, fuimos directos a la entrada.
El Baptisterio de Pisa, dedicado a San Juan Bautista, se empezó a construir en la segunda mitad del siglo XII.
En su interior destaca el púlpito de Nicola Pisano.
Subimos a la primera planta, un pequeño aperitivo de lo que nos iba a tocar luego.
Hora de comer, que hay que coger fuerzas.
Nos dirigimos a la calle Santa María, donde sin duda encontraréis un restaurante o trattoria donde comer pues está llena de tiendas y restaurantes, donde degustar pasta y pizza.
No teníamos mucho tiempo antes de la hora de reserva de la torre, así que encontramos un sitio que nos gustó bastante y donde por cierto fueron muy amables y nos sentamos en las mesas de la calle a comer. Recomendable ese entrante de embutidos italianos y queso que pedimos. Riquísimo.
Y muy amablemente nos invitaron a Limoncello. Ni qué decir que una botella ha sido uno de nuestros souvenirs de Italia.
Ya comidos y bien alimentados, volvimos a la plaza, es imposible no parar de mirar esa magnífica torre que desafía a las leyes de la naturaleza de manera ejemplar.
Como aún tenemos tiempo hasta la hora de reserva, y no vemos mucha cola en la catedral, nos dirigimos a ella. Bien tapados para que nos dejen entrar. De todas formas, vemos que en la entrada dan de forma gratuita una especie de trapo de papel para cubrirte en caso de que no hayas sido previsor.
La construcción de la catedral se inició en los años 1603/1604 por el arquitecto Buschetto.
El interior de la catedral está cubierto de mármoles blancos y negros, con un techo dorado y rico en frescos. No es la catedral de Siena, pero la verdad es que el interior me gustó bastante, sobre todo porque no tienes ya ningún problema en hacer fotos sin flash en su interior.
Una pena que estuvieran de obras y no pudiéramos disfrutar de la cúpula.
Algunos empiezan ya a notar el cansancio del viaje.
Finalmente llega ya el momento tan esperado. Con las entradas en la mano, cinco valientes del grupo se dirigieron a la entrada, algo de cola a pesar de tener las entradas compradas de antemano en Internet, y al llegar, les avisan de que no pueden entrar con mochilas. A dejarlos a buen recaudo. Y de nuevo, al llegar a la puerta, les avisan de que como uno de los componentes es minusválido, había que volver a las taquillas para hacer un justificante. Sería de agradecer que toda esa información apareciera en la página web en donde compras las entradas. Pero bueno, a pesar de todas estas vicisitudes, el grupo de 5 consigue empezar la ascensión a la torre. Por lo que me han contado, porque una servidora se estaba reservando para Florencia, la subida no se hace pesada por el número de escalones, sino porque te mareas un poco ya que al subir dependiendo del lado en el que estés, la gravedad te tira hacia el interior o hacia el exterior. Tanto que el fotógrafo del grupo se nos mareó. Menos mal que tuvo tiempo de hacer alguna foto impresionante desde lo alto.
Mientras tanto las otras dos componentes del grupo nos dedicamos a comprar y a probar nuestro primer gelato italiano.
Ya reunidos los siete y una vez que los cinco valientes se repusieron bebiendo y comiendo también un gelato, nos decidimos a terminar la visita a la Plaza de los Milagros, accediendo al interior del camposanto.
Su larga pared de mármol exterior está compuesta por 43 arcos ciegos con dos puertas. Fundada en el 1277 por Giovanni di Simone, la estructura representa un claustro oblongo en estilo gótico con flores, para acoger a los sarcófagos de época romana, hasta ahora dispersos alrededor de la catedral y reutilizados como tumbas de los ilustres de Pisa.
Tras unas cuantas compras por los puestos que te encuentras antes de llegar a la plaza, dimos por terminada nuestra visita a Pisa. Espero que podamos volver para disfrutar un poco más de la ciudad. Imposible no echar la mirada atrás para llevarnos en la reina el recuerdo de esa maravillosa estampa con su imponente Torre Inclinada.
En la siguiente foto, podéis ver la inclinación de la torre con respecto al jarrón y algunos no tenían muy claro que es lo que tenían que enderezar, jejejeje.
Un poco más tarde de las 12:30 pasamos la Puerta Nueva para entrar en la famosa Plaza de los Milagros. No hay palabras para describir la sensación de esa inmensa explanada con el baptisterio, la catedral, el camposanto y la Torre. Parece como si hubieras cruzado una puerta del tiempo. A pesar de la multitud, no podrás apartar los ojos de la bellísima imagen del conjunto monumental que forman todos los edificios de la plaza.
Dudamos entre comer o empezar a ver alguno de los monumentos que teníamos reservado, teniendo en cuenta que a las 15:30 teníamos hora para subir a la torre.
Como vimos algo de cola en la catedral, nos dirigimos al Baptisterio. Al tener las entradas compradas de antemano, fuimos directos a la entrada.
El Baptisterio de Pisa, dedicado a San Juan Bautista, se empezó a construir en la segunda mitad del siglo XII.
En su interior destaca el púlpito de Nicola Pisano.
Subimos a la primera planta, un pequeño aperitivo de lo que nos iba a tocar luego.
Hora de comer, que hay que coger fuerzas.
Nos dirigimos a la calle Santa María, donde sin duda encontraréis un restaurante o trattoria donde comer pues está llena de tiendas y restaurantes, donde degustar pasta y pizza.
No teníamos mucho tiempo antes de la hora de reserva de la torre, así que encontramos un sitio que nos gustó bastante y donde por cierto fueron muy amables y nos sentamos en las mesas de la calle a comer. Recomendable ese entrante de embutidos italianos y queso que pedimos. Riquísimo.
Y muy amablemente nos invitaron a Limoncello. Ni qué decir que una botella ha sido uno de nuestros souvenirs de Italia.
Ya comidos y bien alimentados, volvimos a la plaza, es imposible no parar de mirar esa magnífica torre que desafía a las leyes de la naturaleza de manera ejemplar.
Como aún tenemos tiempo hasta la hora de reserva, y no vemos mucha cola en la catedral, nos dirigimos a ella. Bien tapados para que nos dejen entrar. De todas formas, vemos que en la entrada dan de forma gratuita una especie de trapo de papel para cubrirte en caso de que no hayas sido previsor.
La construcción de la catedral se inició en los años 1603/1604 por el arquitecto Buschetto.
El interior de la catedral está cubierto de mármoles blancos y negros, con un techo dorado y rico en frescos. No es la catedral de Siena, pero la verdad es que el interior me gustó bastante, sobre todo porque no tienes ya ningún problema en hacer fotos sin flash en su interior.
Una pena que estuvieran de obras y no pudiéramos disfrutar de la cúpula.
Algunos empiezan ya a notar el cansancio del viaje.
Finalmente llega ya el momento tan esperado. Con las entradas en la mano, cinco valientes del grupo se dirigieron a la entrada, algo de cola a pesar de tener las entradas compradas de antemano en Internet, y al llegar, les avisan de que no pueden entrar con mochilas. A dejarlos a buen recaudo. Y de nuevo, al llegar a la puerta, les avisan de que como uno de los componentes es minusválido, había que volver a las taquillas para hacer un justificante. Sería de agradecer que toda esa información apareciera en la página web en donde compras las entradas. Pero bueno, a pesar de todas estas vicisitudes, el grupo de 5 consigue empezar la ascensión a la torre. Por lo que me han contado, porque una servidora se estaba reservando para Florencia, la subida no se hace pesada por el número de escalones, sino porque te mareas un poco ya que al subir dependiendo del lado en el que estés, la gravedad te tira hacia el interior o hacia el exterior. Tanto que el fotógrafo del grupo se nos mareó. Menos mal que tuvo tiempo de hacer alguna foto impresionante desde lo alto.
Mientras tanto las otras dos componentes del grupo nos dedicamos a comprar y a probar nuestro primer gelato italiano.
Ya reunidos los siete y una vez que los cinco valientes se repusieron bebiendo y comiendo también un gelato, nos decidimos a terminar la visita a la Plaza de los Milagros, accediendo al interior del camposanto.
Su larga pared de mármol exterior está compuesta por 43 arcos ciegos con dos puertas. Fundada en el 1277 por Giovanni di Simone, la estructura representa un claustro oblongo en estilo gótico con flores, para acoger a los sarcófagos de época romana, hasta ahora dispersos alrededor de la catedral y reutilizados como tumbas de los ilustres de Pisa.
Tras unas cuantas compras por los puestos que te encuentras antes de llegar a la plaza, dimos por terminada nuestra visita a Pisa. Espero que podamos volver para disfrutar un poco más de la ciudad. Imposible no echar la mirada atrás para llevarnos en la reina el recuerdo de esa maravillosa estampa con su imponente Torre Inclinada.
En la siguiente foto, podéis ver la inclinación de la torre con respecto al jarrón y algunos no tenían muy claro que es lo que tenían que enderezar, jejejeje.
Con unas cuantas compras de souvenirs de Pisa y bastante cansados del madrugón, del viaje y de la visita a la ciudad, nos ponemos en marcha hacia el hotel en el que íbamos a estar hospedados 7 noches, nuestro cuartel general desde donde iríamos descubriendo la Toscana: el Hotel Hermitage en la localidad de Poggio a Caiano, a unos 30 minutos de Florencia.
Sin problemas en el check-in excepto nuestros amigos que se tuvieron que cambiar de habitación porque les dieron una adaptada a minusválidos y algo de tiempo libre para disfrutar de la piscina. Qué ganas de abrir las maletas y poder sacar toda la ropa y meterla en el armario.
Después del refrescante baño y de una ducha reparadora, salimos a cenar. Como no habíamos visto ningún restaurante abierto de camino al hotel, decidimos ir al centro comercial Il Gigli a una media hora más o menos.
Allí nos decantamos por probar unas pizzas en Vulkania, uno de los locales del centro comercial. Riquísimas todas las pizzas y buena cantidad.
Hora de volver al hotel ya a descansar que al día siguiente nos esperaba un tal David.
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