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Visita a Miranda do Douro

Aunque habíamos planificado un fin de semana tranquilo, sin duda, no podíamos desaprovechar la oportunidad para visitar una preciosa ciudad portuguesa, justo en la frontera con España: Miranda do Douro.

Un corto paseo admirando la belleza de esta localidad y de paso, una copiosa comida probando el exquisito bacalao de Portugal.

Dejamos el coche justo a la entrada de la ciudad, en donde tenéis suficiente parking como para poder aparcar sin problemas.

En primer lugar, nos encontramos con el castillo y los restos de la muralla. Fue mandado construir a finales del siglo XIII por el rey Dinis, aunque ampliado en el XV por la revolución de la pólvora (se añade una torre, y una nueva muralla con troneras para disparar) . Ahora sólo se conservan sus ruinas, ya que fue arrasado en 1.762 cuando la ciudad fue tomada por las tropas de Carlos III de España, durante la guerra de los Siete Años.





        




En el centro del patio de armas se encuentra el pozo, al que había que bajar por 46 escalones de caracol para coger agua.


Tomando la calle principal que lleva a la Concatedral, vamos saboreando el casco histórico de Miranda do Douro.






Pasamos por el Ayuntamiento, que se encuentra en la Plaza Joao III.










En el centro de la plaza se encuentran dos figuras de metal que representan a un hombre y a una mujer ataviados con la ropa típica mirandesa.

Es el principal monumento de Miranda, y está catalogado como Monumento Nacional, aunque ahora ya no es Catedral, ya que la Diócesis fue trasladada a Bragança en 1.780.

La construcción de la iglesia comenzó en 1552 y se terminó en la última década del siglo XVI. El proyecto fue realizado por Gonçalo Torralva y Miguel de Arruda. En 1566 el obispo António Pinheiro consagró el altar y en 1609, Diogo de Sousa, obispo de Miranda, comunicaba al Papa que la construcción estaba terminada.








Su interior se divide en tres naves. Uno de sus mayores tesoros artísticos es el retablo del altar mayor, obra del escultor español Juan Muniátegui. Tanto los retablos, como el órgano y la sillería son de estilo barroco.

El retablo mayor representa la Asunción de la Virgen y, alrededor de la imagen central se suceden varias escenas de la vida de María y de los cuatro Evangelistas.

       

       







       

Pero sin duda, el elemento más emblemático y famoso de la Catedral de Miranda es el llamado "Menino Jesús de Cartolinha", al que se le dedica una vitrina en la capilla lateral derecha.


Preciosas las vistas del Duero desde la catedral.




Justo detrás de la catedral, se encuentran las ruinas del Pazo Episcopal. La Catedral se construyó en el XVI, así que los primeros obispos que vinieron a Miranda tuvieron su residencia inicial en el Castillo, hasta que se edificó este Palacio renacentista en el siglo XVII, que era además el Seminario. El edificio se distribuía en torno a un patio central, un claustro con múltiples arcos apoyados sobre columnas monolíticas, que es lo único que se conserva ya que sufrió varios incendios .










En nuestro paseo, casi ya a punto de terminar, y volviendo sobre nuestros pasos, nos encontramos con la Iglesia de Santa Cruz.







       

De nuevo al coche, no sin antes hacer unas compras (fundamentalmente toallas y ropa de cama) y degustar un exquisito bacalao.




Y por supuesto no pudimos irnos de Miranda do Douro sin disfrutar de las vistas del río Duero a su paso por esta bella localidad portuguesa.









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