El Monasterio de San Isidoro del Campo fue fundado,
en un lugar cercano a las ruinas romanas de Itálica, por Alonso Pérez
de Guzmán y María Alonso Coronel en 1301 donde, según la tradición,
había sido enterrado San Isidoro de Sevilla. Sus restos fueron
descubiertos y trasladados a León en 1063. El Monasterio desde su
fundación ha estado bajo la administración espiritual y temporal de
diferentes órdenes religiosas sucesivamente cistercienses, ermitaños,
jerónimos y Orden de San Jerónimo.
En este singular monasterio fortaleza, con doble iglesai, se juxtaponen el estilo gótico con claras influencias del Languedoc y el mudéjar, en el que es visible la tradición almohade. En 1430 los jerónimos ermitaños de Fray Lope de Olmedo sustituyeron a los cistercienses, llevándose a cabo una profunda reforma en el Monasterio que afectó de forma sustancial a la decoración. Frente a la austeridad cisterciense, el Monasterio se decora con pinturas murales, que conforman posiblemente uno de los conjuntos más notables de toda España. A mediados del siglo XVI surge un foco reformador en Sevilla, el prior y varios monjes de San Isidoro serán encarcelados, otros huyeron fuera de España , entre ellos Casiodoro de Reina autor de la Biblia del Oso, primera traducción de la Biblia al castellano. Tras estos episodios Felipe II ordenará la fusión de la congregración con la Orden Jeróima.
El Monasterio fue ampliándose y enriqueciéndose con los siglos, llegando a contar con una torre, una espadaña, cinco claustros y junto a las dependencias monacales, se halla la procuraduría, la hospedería y las instalaciones agropecuarias propias de estas instituciones que pretendían ser autosuficientes.
Templo
Con dos naves góticas. Unida a la primera iglesia, D. Juan Alonso, hijo de Guzmán el Bueno, construyó otra nave, siendo ambas conocidas como las iglesias gemelas. Destaca en la iglesia sobremanera el retablo que Martínez Montañés esculpiera con el tema del Nacimiento y la Adoración de los Pastores.
Claustros de estilo mudéjar
Tiene dos, el de los Muertos y el de los Evangelistas, este último decorado con frescos datados en el siglo XV atribuidos por unos a Diego López, maestro mayor de los pintores del Alcázar de Sevilla y según otros autores a Pedro de Toledo. Los frescos son de un nivel igualable, con un gran estado de conservación, tras la rehabilitación de que han sido objeto a finales del siglo XX y a pesar de que en la revolución de 1868 sufrieron graves destrozos.
El Claustro de los Muertos es de estilo mudéjar, de planta rectangular, con doble galería y arcos peraltados enmarcados en alfiles que apean sobre pilares ochavados. Las pinturas que se encuentran son murales al fresco con decoración y lacerías mudéjares.
Sacristía
El espacio, de planta rectangular, se articula por medio de sencillas pilastras decoradas con cabezas de querubines y se ilumina con ventanas de traza protobarroca que vienen a sustituir los antiguos y estrechos vanos mudéjares que se decoraban con arcos polilobulados hacia el interior, uno de los cuales puede aún distinguirse bajo el blanco enfoscado. Además, el conjunto se decora con grutescos y líneas doradas que ennoblecen sus trazas.
De su decoración destaca el retablo de la Virgen de la Antigua. La tabla, obra de gran calidad atribuida a Cristóbal de Mayorga, aparece enmarcada por columnas torsas y capiteles corintios siguiendo los esquemas habituales en el primer tercio del siglo XVII. Los lienzos del Cristo atado a la Columna y del Entierro de Cristo se deben a un seguidor de Juan de Roelas, y fueron encargados junto con las cajoneras, realizadas por Alfonso Rojo.
Sala capitular
La Sala capitular sufrió en su estructura y en su decoración cambios históricos muy importantes. Así, con la llegada de los isidros se eliminó la segunda planta, donde estuvo el dormitorio común cisterciense y se realizó la decoración pictórica dedicada a la vida de San Jerónimo de la que se han conservado las escenas de La imposición del capelo cardenalicio, La partida hacia Tierra Santa, San Jerónimo dictando a los monjes, La aparición del león y El robo de los asnos, encuadradas por una estructura arquitectónica de traza gótica, con pináculos y crestería tras la que se vislumbra un paisaje idealizado. El conjunto se completa con paneles de clara ascendencia mudéjar.
Nuevamente, fue transformada en el primer tercio del siglo XVII, cubriéndose con una bóveda encamonada de medio cañón que oculta la bóveda primitiva de crucería. Al mismo tiempo se dispuso una decoración clasicista que ocultó los frescos medievales, que seguían proclamando la vocación investigadora y de estudio de las sagradas escrituras que los jerónimos habían heredado de su legendario patrón y que podía ser sospechosa tras la represión del foco reformista. Así, esta decoración clasicista venía a imponer silencio a este pasado, y sus formas de tradición italiana proclamaban el nuevo estilo que se irradiaba desde El Escorial. En ella aparecen alegorías de la Justicia, la Caridad y la Concordia, virtudes para el buen gobierno. La decoración se completó con los lienzos de los Apóstoles y Evangelistas y La Flagelación de Cristo, copias de los que hiciera Navarrete el Mudo para el Escorial.
Refectorio
El refectorio se sitúa en un espacio rectangular que ocupa el ala occidental del claustro y se cubre con bóvedas de crucería cuatripartita, apoyadas sobre ménsulas repisas. Corresponde a la obra primitiva del siglo XIV, que sigue los postulados de la arquitectura gótica de raíz burgalesa tan frecuente en Sevilla, tal como muestra la propia fábrica y las ventanas que dan al claustro, y que sin embargo, al exterior se rematan con arcos polilobulados de tradición almohade. Sobre los muros de arquitectura ascética y espíritu cisterciense, los monjes jerónimos desplegaron un amplio programa decorativo e iconográfico a finales del siglo XV. El refectorio está presidido por la Sagrada Cena, una de las obras de más empeño de este conjunto de pinturas murales, único en España. La representación de la Cena está concebida con el carácter monumental y el gusto propio del arte italiano y del gótico internacional, lo que hizo que se atribuyera junto con el resto de los murales a artistas de procedencia florentina; sin embargo, actualmente se vinculan a la estela artística de los miniaturistas italianizantes que trabajaron en la Catedral de Sevilla.
En este singular monasterio fortaleza, con doble iglesai, se juxtaponen el estilo gótico con claras influencias del Languedoc y el mudéjar, en el que es visible la tradición almohade. En 1430 los jerónimos ermitaños de Fray Lope de Olmedo sustituyeron a los cistercienses, llevándose a cabo una profunda reforma en el Monasterio que afectó de forma sustancial a la decoración. Frente a la austeridad cisterciense, el Monasterio se decora con pinturas murales, que conforman posiblemente uno de los conjuntos más notables de toda España. A mediados del siglo XVI surge un foco reformador en Sevilla, el prior y varios monjes de San Isidoro serán encarcelados, otros huyeron fuera de España , entre ellos Casiodoro de Reina autor de la Biblia del Oso, primera traducción de la Biblia al castellano. Tras estos episodios Felipe II ordenará la fusión de la congregración con la Orden Jeróima.
El Monasterio fue ampliándose y enriqueciéndose con los siglos, llegando a contar con una torre, una espadaña, cinco claustros y junto a las dependencias monacales, se halla la procuraduría, la hospedería y las instalaciones agropecuarias propias de estas instituciones que pretendían ser autosuficientes.
Templo
Con dos naves góticas. Unida a la primera iglesia, D. Juan Alonso, hijo de Guzmán el Bueno, construyó otra nave, siendo ambas conocidas como las iglesias gemelas. Destaca en la iglesia sobremanera el retablo que Martínez Montañés esculpiera con el tema del Nacimiento y la Adoración de los Pastores.
Claustros de estilo mudéjar
Tiene dos, el de los Muertos y el de los Evangelistas, este último decorado con frescos datados en el siglo XV atribuidos por unos a Diego López, maestro mayor de los pintores del Alcázar de Sevilla y según otros autores a Pedro de Toledo. Los frescos son de un nivel igualable, con un gran estado de conservación, tras la rehabilitación de que han sido objeto a finales del siglo XX y a pesar de que en la revolución de 1868 sufrieron graves destrozos.
El Claustro de los Muertos es de estilo mudéjar, de planta rectangular, con doble galería y arcos peraltados enmarcados en alfiles que apean sobre pilares ochavados. Las pinturas que se encuentran son murales al fresco con decoración y lacerías mudéjares.
Sacristía
El espacio, de planta rectangular, se articula por medio de sencillas pilastras decoradas con cabezas de querubines y se ilumina con ventanas de traza protobarroca que vienen a sustituir los antiguos y estrechos vanos mudéjares que se decoraban con arcos polilobulados hacia el interior, uno de los cuales puede aún distinguirse bajo el blanco enfoscado. Además, el conjunto se decora con grutescos y líneas doradas que ennoblecen sus trazas.
De su decoración destaca el retablo de la Virgen de la Antigua. La tabla, obra de gran calidad atribuida a Cristóbal de Mayorga, aparece enmarcada por columnas torsas y capiteles corintios siguiendo los esquemas habituales en el primer tercio del siglo XVII. Los lienzos del Cristo atado a la Columna y del Entierro de Cristo se deben a un seguidor de Juan de Roelas, y fueron encargados junto con las cajoneras, realizadas por Alfonso Rojo.
Sala capitular
La Sala capitular sufrió en su estructura y en su decoración cambios históricos muy importantes. Así, con la llegada de los isidros se eliminó la segunda planta, donde estuvo el dormitorio común cisterciense y se realizó la decoración pictórica dedicada a la vida de San Jerónimo de la que se han conservado las escenas de La imposición del capelo cardenalicio, La partida hacia Tierra Santa, San Jerónimo dictando a los monjes, La aparición del león y El robo de los asnos, encuadradas por una estructura arquitectónica de traza gótica, con pináculos y crestería tras la que se vislumbra un paisaje idealizado. El conjunto se completa con paneles de clara ascendencia mudéjar.
Nuevamente, fue transformada en el primer tercio del siglo XVII, cubriéndose con una bóveda encamonada de medio cañón que oculta la bóveda primitiva de crucería. Al mismo tiempo se dispuso una decoración clasicista que ocultó los frescos medievales, que seguían proclamando la vocación investigadora y de estudio de las sagradas escrituras que los jerónimos habían heredado de su legendario patrón y que podía ser sospechosa tras la represión del foco reformista. Así, esta decoración clasicista venía a imponer silencio a este pasado, y sus formas de tradición italiana proclamaban el nuevo estilo que se irradiaba desde El Escorial. En ella aparecen alegorías de la Justicia, la Caridad y la Concordia, virtudes para el buen gobierno. La decoración se completó con los lienzos de los Apóstoles y Evangelistas y La Flagelación de Cristo, copias de los que hiciera Navarrete el Mudo para el Escorial.
Refectorio
El refectorio se sitúa en un espacio rectangular que ocupa el ala occidental del claustro y se cubre con bóvedas de crucería cuatripartita, apoyadas sobre ménsulas repisas. Corresponde a la obra primitiva del siglo XIV, que sigue los postulados de la arquitectura gótica de raíz burgalesa tan frecuente en Sevilla, tal como muestra la propia fábrica y las ventanas que dan al claustro, y que sin embargo, al exterior se rematan con arcos polilobulados de tradición almohade. Sobre los muros de arquitectura ascética y espíritu cisterciense, los monjes jerónimos desplegaron un amplio programa decorativo e iconográfico a finales del siglo XV. El refectorio está presidido por la Sagrada Cena, una de las obras de más empeño de este conjunto de pinturas murales, único en España. La representación de la Cena está concebida con el carácter monumental y el gusto propio del arte italiano y del gótico internacional, lo que hizo que se atribuyera junto con el resto de los murales a artistas de procedencia florentina; sin embargo, actualmente se vinculan a la estela artística de los miniaturistas italianizantes que trabajaron en la Catedral de Sevilla.
Horarios de invierno
Del 1 de octubre al 31 de marzo: Lunes y martes, cerrado; miércoles y jueves, de 10:00 a 14:00; viernes y sábado, de 10:00 a 1:00 y de 16:00 a 19:00; domingos y festivos, de 10:00 a 15:00
Horarios de verano
Del 1 de abril al 30 de septiembre: Lunes y martes, cerrado; miércoles jueves de 10:00 a 14:00; viernes y sábado de 10:00 a 14:00 y de 17:30 a 20:30; domingos y festivos de 10:00 a 15:00.
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