Valderrobres es una localidad de origen medieval, que conserva intacto el trazado de su casco antiguo en la ladera de un montículo presidido por el conjunto formado por el castillo y la iglesia parroquial, joyas inigualables del gótico aragonés de los siglos XIV y XV.
La historia asociada a la villa es asombrosamente antigua. Restos encontrados en la cima, nos dicen que ya era conocida en tiempos de los iberos, pero su importancia como elemento definitorio empieza en tiempos de la dominación musulmana, cuando algunas fuentes empiezan a asociarla con el Conde Aznar Galindo, fundador del condado de Aragón. según parece, él mismo, o más posiblemente alguno de sus continuadores toma “la caixa” como punto estratégico desde el que dirigir sus ataques a las posiciones musulmanas.
Desde entonces será conocida como peña de Aznar Lagaya, siendo este último término una deformación del vocablo medieval que definía precisamente una caja.
Acabada la reconquista, Alfonso II en su documento de donación al arzobispado de Zaragoza, llama al valle en el que hoy se asienta Valderrobres “Valle de la peña Aznar Lagaya” definiendo con ella todo el territorio. En los siglos posteriores, La Caixa ha ido acumulando leyendas e historias a su alrededor y ha sido desde refugio de pastores hasta objeto de culto pagano, llegando hasta el presente y siendo el mejor testimonio de las raíces más antiguas de Valderrobres y también de Beceite, municipio vecino, que comparte la mitad de la peña con el municipio valderrobrense.
Se entra al casco antiguo por un puente gótico sobre el Matarraña, Difícilmente podría Valderrobres tener una entrada más espectacular que la que le brinda el impresionante puente medieval y el portal de San Roque. Pieza fundamental de su arquitectura e imagen perfectamente reconocible allí donde se mencione el pueblo.
La construcción del puente parece estar asociada a la de sus murallas, así que podríamos fechar el inicio de las obras para construir el mismo en torno a 1390, con la petición que el arzobispo García Fernández de Heredia hace ante Juan I para construir dichas fortificaciones. Mucho más difícil seria afirmar con seguridad la fecha de su conclusión, seguramente a principios del siglo XV y estando Valderrobres bajo la prelatura de Dalmao de Mur responsable también de las plantas más altas de nuestro castillo. Se trata de un puente completamente medieval, de cuatro agujeros, extremadamente sólido y provisto de tajamares en forma de cuña pensados para protegerlo de fuertes riadas y evitar la acumulación de troncos. En el siglo XVI se asienta sobre su último tramo el ayuntamiento, modificando por tanto el aspecto del puente en su tramo final al conectar con la plaza. El puente atraviesa la antigua puerta principal de acceso al recinto amurallado. A finales del siglo XVI este portal fue consagrado a San Roque, protector ante las epidemias y Patrón de la población, quedando hoy en día como uno de los portales mejor conservados de todo el conjunto.
Nada más cruzar el puente, se llega a la Plaza de España donde se encuentra el Ayuntamiento y otros edificios de interés. El Ayuntamiento se trata de un edificio inspirado en el ayuntamiento de Alcañiz, aunque aquí se añadiría una lonja con fines comerciales además de los administrativos y judiciales que ya poseía de por si el edificio. Se construye bajo las órdenes del maestro Antonio de Champanach dentro del estilo manierista y se termina en 1599, fecha que aparece esculpida en piedra en el escudo de la fachada.
Un paseo por las estrechas y medievales calles de Valderrobres nos trasladan a otra época.
Castillo de Valderrobres
En 1175, tras la Reconquista Cristiana de los territorios de la llamada peña Aznar Lagaya, el rey Alfonso II de Aragón donó Valderrobres al obispo de Zaragoza, Pedro Torroja. En el documento de esta donación se habla de la necesidad de construir un castillo, de cuya existencia ya hay constancia documental en 1305.
En 1307, el arzobispo de Zaragoza se convierte definitivamente en señor feudal de este territorio y poco después impulsa la construcción de Valderrobres más monumental, siendo el arzobispo Pedro López de Luna el primero en hacerlo entre 1340 y 1349.
A partir de 1390, el arzobispo García Fernández de Heredia reemprende las obras transformando definitivamente la vieja torre defensiva en un palacio-residencia. Tras su asesinato, la construcción quedó paralizada hasta que en 1431, otro arzobispo, Dalmau de Mur, se interesó por el territorio y centró su mecenazgo en la conclusión de obras empezadas en el castillo e iglesia.
Desde el siglo XVI, el castillo-residencia del Arzobispo de Zaragoza fue raramente utilizado. El desuso fue haciendo mella en él y sólo en contadas excepciones como en la intervención de Hernando de Aragón entre 1539-1575, encontró algo de su antiguo esplendor. El arzobispo Juan Cebrián fue el último en habitarlo, en 1656.
En el siglo XIX, las desamortizaciones hicieron que el edificio pasase a propiedad del Estado, lo que significó su abandono e inicio de más de un siglo de ruina y expolio.
Afortunadamente, en la década de 1980, el monumento comenzó a ser restaurado y a utilizarse como lugar habitual de acontecimientos culturales, convirtiéndose así en un espacio para la cultura y en punto de referencia de la localidad de Valderrobres y la Comarca del Matarraña.
El recibidor es la primera estancia que encontramos al acceder al castillo.
En el muro izquierdo se abre una puerta que nos conduce a las caballerizas, la única sala que conserva su techo original: una impresionante bóveda de cañón apuntada.
Subiendo por las escaleras desde el recibidor, entramos en la Sala Capitular. Esta habitación, rodeada por un banco de piedra, fue probablemente utilizada como sala de espera donde los visitantes esperaban el momento de ser atendidos por el señor.
Planta primera. Distribuidor. Este pórtico construido en el siglo XVI, en época del arzobispo Hernando de Aragón, sirve de distribuidor para acceder a las estancias de la planta primera. Ésta contaba además con una necesaria o retrete, ubicada en el lado norte, junto a la cocina.
Salón de las chimeneas. Estamos en la estancia más grande y señorial del castillo. Como todas las de la primera planta, tenía como prioridad la comodidad del señor y por eso encontramos en ella hasta tres chimeneas y cinco ventanas "festejadoras". Estas ventanas son propias de muchos castillos palaciegos y permitían al señor sentarse a disfrutar de las vistas exteriores en sus bancos paralelos.
Salón Sur. A través del Salón de las Chimeneas, accedemos al Salón Sur, una de las salas privadas del arzobispo. En origen, estaría dividida en al menos tres partes. La principal sería la central, que abarcaría la primera ventana festejadora y la chimenea. Tendría distintos usos según quien fuera el señor que habitase el castillo, desde despacho, hasta sala de estar.
Cocina. Junto al Salón de Chimeneas, está la cocina, que posee una espectacular cúpula sobre trompas que facilitaba la salida de humos del fogón central, situados sobre una elevación cuadrada en medio de la estancia. La cocina contaba con dos pasaplatos para servir rápidamente la comida en el salón, un horno y un desagüe.
Planta segunda. Patio. En la zona norte de esta planta es donde mejor podemos ver lo que queda de la vieja torre defensiva que dió origen al castillo. La cúspide la roca natural en torno a la que estaba construida aún sobresale en el centro y la parte trasera conserva las ventanas "saeteras" pensadas para disparar las ballestas sobre los posibles atacantes. A esta primera etapa constructiva pertenece también la necesaria ubicada en el lado norte. El resto de esta planta se construyó a mediados del siglo XV, por iniciativa del Arzobispo Dalmau de Mur.
Estancias altas. Galerías. A través de una escalera metálica que replica el trazado que en su día tuvo la original de madera, llegamos a las estancias altas. Aunque hoy día la parte alta del castillo constituye uno de los mayores atractivos del monumentos por sus espectaculares vistas, en sus orígenes, la utilidad fundamental sería la de ser simples graneros, utilizados de tanto en tanto como habitaciones para el servicio.
Sala de los leones. La sala que vemos sin suelo ni techo, pero que sí conserva sus ventanas y chimenea, era la llamada Sala de los Leones. Esta sala desaparecida y denominada así por estar adornada con las esculturas de estos animales; sería de uso privado del arzobispo. En origen estaba dividida en dos por un tabique: a la derecha una pequeña antesala iluminada por la primera ventana; a la izquierda, la propia sala de los leones que disponía de una chimenea.
Planta baja. Torre y pozo de la mano peluda. Una puerta da acceso a la planta inferior de la que debió ser la torre del homenaje del castillo. En el centro se abre un hueco que conduce hasta una sala subterránea, el llamado pozo de la mano peluda que pudo cumplir la función de mazmorra.
Bodega. Bajando el última tramo de escaleras accedemos a la sala más inferior, la bodega.
Iglesia de Santa María la Mayor
La Iglesia de Santa María la Mayor de Valderrobres inseparablemente unida a la figura del castillo-palacio, es uno de los más espléndidos ejemplos de Gótico levantino de la provincia de Teruel.
La iglesia empezó su construcción en la segunda mitad del siglo XIV por el Arzobispo Pedro Lope de Luna, levantando este el ábside y los dos primeros tramos del templo. Con la llegada de García Fernández de Heredia al arzobispado se concluye el tercer tramo y el campanario, de construcción ligeramente posterior al edificio central, consiguiendo un encaje perfecto entre el castillo y la iglesia. Posteriormente, en el siglo XVIII se añade una nueva construcción, la sacristía encajada junto al ábside del templo.
La iglesia de Valderrobres es de una sola nave de salón o "Hallenkirche", siguiendo el modelo norteeuropeo, con tres tramos y capillas laterales en cada uno de ellos excepto en el segundo, donde está la portada. El ábside tiene siete lados cubierto con una bóveda de ocho nervios. Todos sus lados muestran una ventana adornada con tracería, de los cuales, la del centro es la más compleja. Los vitrales y rosetones flamígeros se cubren con alabastro translúcido.
El siglo XIX vio uno de los momentos más oscuros de la iglesia cuando en 1877, el párroco y los feligreses, tras ver como sus peticiones para la reparación son ignoradas, se ven obligados a derribar el tejado del tercer tramo, por constituir un serio peligro de derrumbe. Con la piedra caída levantan un muro que dejaba aislada la parte derruida y que cortaba la iglesia.
También la guerra civil española causo estragos en el templo destruyendo su retablo renacentista y causando serios daños a la decoración exterior, daños parcialmente subsanados en 1966, cuando una restauración popular del templo le devuelve su aspecto gótico original, eliminando gran parte de la decoración posterior.
Exterior. Destaca la torre del campanario, una impresionante construcción de planta octogonal con ventanas únicamente en la zona de las campanas y terminada en una cornisa horizontal cubierta con azotea. Otro elemento a destacar es la portada de la iglesia, que se compone de once arquivoltas apoyadas sobre frisos de capiteles decorados con la historia de Noé, sus hijos y los profetas, quedando los laterales de acceso enmarcados por dos grupos escultóricos que representan la Anunciación y los donantes de la obra apoyados sobre cuatro figuras y rematados por el Sueño de José y la Huida a Egipto. Todo ello con la voluntad didáctica de transmitir la idea de la nueva alianza entre Dios y los hombres.
Es de una sola nave de salón, con tres tramos y capillas laterales en cada uno de ellos excepto en el segundo, donde está la portada.
El ábside tiene siete lados y se cubre con una bóveda de ocho nervios. Todos sus lados muestran una ventana adornada con tracería de los cuales, la del centro es la más compleja.
En la clave de bóveda aparece Santa María la Mayor flanqueada por dos ángeles alados.
Al margen de la estructura gótica original, esta parte de la iglesia presenta elementos muy interesantes. Entre ellos, la gran talla de Cristo en la cruz que preside el altar y que esculpió el artista Paltor Voltá para la restauración de 1965.
El altar de la iglesia es un contundente monolito de cuatro metros de largo y cerca de nueve toneladas de peso que fue trasladado por los valderrobrenses desde la ladera de una colina tras el castillo hasta el interior del templo con motivo de la restauración de 1965. También en esta parte de la iglesia podemos ver la talla de Santa María la Mayor, obra de los hermanos Albareda, autores del retablo que se realizó tras la Guerra Civil en sustitución del anterior destruido en la contienda. Si pasamos al primer tramo de la iglesia, nos encontramos con que está cubierto por una bóveda de crucería sencilla, formada por cuatro nervios que descargan su peso en las columnas molduradas de las esquinas. A ambos lados se abren capillas laterales. En la clave de la bóveda central aparece en esta ocasión el Cordero Pascual esculpido con gran detalle y realismo. En este tramo aparece la tribuna que hacía las veces de capilla privada del arzobispo y a la que se accedía desde el castillo. En el lado opuesto a la tribuna, se encuentra el rosetón de este tramo, de unos tres metros de diámetro decorado con un tracería gótica muy bien conservada.
En el segundo tramo se repite la bóveda de crucería sencilla con cuatro nervios y apoyada en columnas molduradas. En la clave de bóveda aparece representado el arzobispo con dos acólitos.
Desde este tramo se abre una escalera helicoidal que conduce a la tribuna y al tejado de la iglesia. Junto a la escalera, se construyó una nueva capilla lateral, algo más pequeña. En el lado opuesto de este tramo tenemos la portada de la iglesia y sobre ella el impresionante rosetón de casi seis metros de diámetro que constituye la seña más identificativa del templo.
El tercer tramo de la iglesia ha sido recientemente restaurado, recuperando así su forma original, similar al de los dos anteriores. Su rasgo más característico es el rosetón flamígero que presenta en el muro a los pies de la iglesia y cuya tracería aguantó en pie incluso en la época de ruina.
A lado de la iglesia se encuentra el Camposanto.
¡IMPRESIONANTE VILLA MEDIEVAL!
La iglesia empezó su construcción en la segunda mitad del siglo XIV por el Arzobispo Pedro Lope de Luna, levantando este el ábside y los dos primeros tramos del templo. Con la llegada de García Fernández de Heredia al arzobispado se concluye el tercer tramo y el campanario, de construcción ligeramente posterior al edificio central, consiguiendo un encaje perfecto entre el castillo y la iglesia. Posteriormente, en el siglo XVIII se añade una nueva construcción, la sacristía encajada junto al ábside del templo.
La iglesia de Valderrobres es de una sola nave de salón o "Hallenkirche", siguiendo el modelo norteeuropeo, con tres tramos y capillas laterales en cada uno de ellos excepto en el segundo, donde está la portada. El ábside tiene siete lados cubierto con una bóveda de ocho nervios. Todos sus lados muestran una ventana adornada con tracería, de los cuales, la del centro es la más compleja. Los vitrales y rosetones flamígeros se cubren con alabastro translúcido.
El siglo XIX vio uno de los momentos más oscuros de la iglesia cuando en 1877, el párroco y los feligreses, tras ver como sus peticiones para la reparación son ignoradas, se ven obligados a derribar el tejado del tercer tramo, por constituir un serio peligro de derrumbe. Con la piedra caída levantan un muro que dejaba aislada la parte derruida y que cortaba la iglesia.
También la guerra civil española causo estragos en el templo destruyendo su retablo renacentista y causando serios daños a la decoración exterior, daños parcialmente subsanados en 1966, cuando una restauración popular del templo le devuelve su aspecto gótico original, eliminando gran parte de la decoración posterior.
Exterior. Destaca la torre del campanario, una impresionante construcción de planta octogonal con ventanas únicamente en la zona de las campanas y terminada en una cornisa horizontal cubierta con azotea. Otro elemento a destacar es la portada de la iglesia, que se compone de once arquivoltas apoyadas sobre frisos de capiteles decorados con la historia de Noé, sus hijos y los profetas, quedando los laterales de acceso enmarcados por dos grupos escultóricos que representan la Anunciación y los donantes de la obra apoyados sobre cuatro figuras y rematados por el Sueño de José y la Huida a Egipto. Todo ello con la voluntad didáctica de transmitir la idea de la nueva alianza entre Dios y los hombres.
Es de una sola nave de salón, con tres tramos y capillas laterales en cada uno de ellos excepto en el segundo, donde está la portada.
El ábside tiene siete lados y se cubre con una bóveda de ocho nervios. Todos sus lados muestran una ventana adornada con tracería de los cuales, la del centro es la más compleja.
En la clave de bóveda aparece Santa María la Mayor flanqueada por dos ángeles alados.
Al margen de la estructura gótica original, esta parte de la iglesia presenta elementos muy interesantes. Entre ellos, la gran talla de Cristo en la cruz que preside el altar y que esculpió el artista Paltor Voltá para la restauración de 1965.
El altar de la iglesia es un contundente monolito de cuatro metros de largo y cerca de nueve toneladas de peso que fue trasladado por los valderrobrenses desde la ladera de una colina tras el castillo hasta el interior del templo con motivo de la restauración de 1965. También en esta parte de la iglesia podemos ver la talla de Santa María la Mayor, obra de los hermanos Albareda, autores del retablo que se realizó tras la Guerra Civil en sustitución del anterior destruido en la contienda. Si pasamos al primer tramo de la iglesia, nos encontramos con que está cubierto por una bóveda de crucería sencilla, formada por cuatro nervios que descargan su peso en las columnas molduradas de las esquinas. A ambos lados se abren capillas laterales. En la clave de la bóveda central aparece en esta ocasión el Cordero Pascual esculpido con gran detalle y realismo. En este tramo aparece la tribuna que hacía las veces de capilla privada del arzobispo y a la que se accedía desde el castillo. En el lado opuesto a la tribuna, se encuentra el rosetón de este tramo, de unos tres metros de diámetro decorado con un tracería gótica muy bien conservada.
En el segundo tramo se repite la bóveda de crucería sencilla con cuatro nervios y apoyada en columnas molduradas. En la clave de bóveda aparece representado el arzobispo con dos acólitos.
Desde este tramo se abre una escalera helicoidal que conduce a la tribuna y al tejado de la iglesia. Junto a la escalera, se construyó una nueva capilla lateral, algo más pequeña. En el lado opuesto de este tramo tenemos la portada de la iglesia y sobre ella el impresionante rosetón de casi seis metros de diámetro que constituye la seña más identificativa del templo.
El tercer tramo de la iglesia ha sido recientemente restaurado, recuperando así su forma original, similar al de los dos anteriores. Su rasgo más característico es el rosetón flamígero que presenta en el muro a los pies de la iglesia y cuya tracería aguantó en pie incluso en la época de ruina.
A lado de la iglesia se encuentra el Camposanto.
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