Historia
La orden cisterciense se origina en tierras francesas por algunos monjes cluniacenses, como reacción ante lo que entendían un alejamiento de la regla de San Benito. Será el monje Roberto de S. Michéle de Tonnere quien junto a siete compañeros se retiren al bosque de Molesme, en 1075, para pasar posteriormente en 1089 a los cenegales de Citeaux.
Pero será la llegada de San Bernardo a Citeaux la que marcará la segunda fase de esta reforma que recorrerá la totalidad del espacio europeo. Posteriormente el propio Bernardo con 12 compañeros fundará Clairvaux, siguiendo este sencillo esquema de expansión para las restantes abadías, de modo que en la fecha de su muerte, en 1153, el número de monasterios masculinos era 343, llegando a 742 a finales de la Edad Media, y pasando de 700 los cenobios femeninos.
La Ferté, Pontigny, Morimond y Clairvaux fueron las cuatro abadías matrices desde las que fueron desplegándose nuevas comunidades.
Esta renovación se verá reflejada en una arquitectura propia, de la que Rueda es uno de los mejores ejemplos conservados.
El origen del Monasterio de Rueda se inicia en 1152 con la fundación de la abadía de Nuestra Señora de Saltz por los monjes de Gimont, que a su vez procedían de la casa madre Morimord. En 1162, con la cesión de tierra en Burjazud (Villanueva de Gállego), se fundó la abadía de Juncería, precedente inmediato de Rueda.
Finalmente en 1182 el rey Alfonso II cede a los frailes el castillo y villa de Escatrón, un emplazamiento a orillas del Ebro más acorde con el espíritu cisterciense y con territorio por colonizar, donde llegarán a partir de 1202 para fundar el actual monasterio. Poco después comenzarán las obras, que se prolongarán durante varios siglos, sufriendo los altibajos económicos del Reino de Aragón y de la comunidad monástica en particular.
Tras los pasos previos, a la instalación definitiva de los monjes en Rueda, la actividad constructiva va a desarrollarse durante todo el siglo XIII en sus construcciones fundamentales. En 1238 se consagraba la iglesia, y en 1292 todavía se confirmarán privilegios relacionados con la extracción de piedra y madera para la obra. Pero hasta la segunda mitad del siglo XIV y principios del XV no puede considerarse cerrado el conjunto de la fábrica medieval con las últimas fases de la iglesia.
En este momento quedaría configurado no sólo el núcleo medieval que podemos admirar en su integridad fundamental, sino también una serie de dependencias complementarias como la zona de conversos, estancias agrícolas, antiguo palacio del abad, etc. Estos espacios se desarrollarán en el marco del entorno de la cilla y en el de la plaza de San Pedro, donde durante los siglos XVI y XVII se irán sustituyendo hasta configurar la actual plaza de proporciones fundamentales, destacando por su calidad la galería herreriana que une el nuevo Palacio Abacial con el conjunto medieval. Varias décadas más tarde, detrás del claustro se construirán la gran nave de los nuevos dormitorios y el noviciado, hoy en estado semirruinoso.
Desde los primeros momentos de la construcción del monasterio, también se inician las obras de infraestructura hidráulica, consistentes en el azud y la noria o rueda que elevaba el agua del río para, a través de un acueducto de factura gótica, en parte visible y en parte subterráneo, repartir el agua por el conjunto monástico, siguiendo las disposiciones propias de la Orden.
Con la desamortización de Mendizábal, a resultas de los decretos de 1836 y 1837, los bienes del monasterio serán vendidos y el propio monasterio será utilizado para labores agrícolas, el patrimonio artístico se dispersará y buena parte del mismo resultará destruido.
Ya recientemente, las edificaciones postmedievales y la huerta son cedidas por su último propietario a la Diputación General de Aragón, en el año 1990. La titularidad de la zona medieval del monasterio, que desde la desamortización había pertenecido al Estado, en 1998 fue traspasada a la Diputación General de Aragón, con el compromiso de impulsar su restauración.
La orden cisterciense se origina en tierras francesas por algunos monjes cluniacenses, como reacción ante lo que entendían un alejamiento de la regla de San Benito. Será el monje Roberto de S. Michéle de Tonnere quien junto a siete compañeros se retiren al bosque de Molesme, en 1075, para pasar posteriormente en 1089 a los cenegales de Citeaux.
Pero será la llegada de San Bernardo a Citeaux la que marcará la segunda fase de esta reforma que recorrerá la totalidad del espacio europeo. Posteriormente el propio Bernardo con 12 compañeros fundará Clairvaux, siguiendo este sencillo esquema de expansión para las restantes abadías, de modo que en la fecha de su muerte, en 1153, el número de monasterios masculinos era 343, llegando a 742 a finales de la Edad Media, y pasando de 700 los cenobios femeninos.
La Ferté, Pontigny, Morimond y Clairvaux fueron las cuatro abadías matrices desde las que fueron desplegándose nuevas comunidades.
Esta renovación se verá reflejada en una arquitectura propia, de la que Rueda es uno de los mejores ejemplos conservados.
El origen del Monasterio de Rueda se inicia en 1152 con la fundación de la abadía de Nuestra Señora de Saltz por los monjes de Gimont, que a su vez procedían de la casa madre Morimord. En 1162, con la cesión de tierra en Burjazud (Villanueva de Gállego), se fundó la abadía de Juncería, precedente inmediato de Rueda.
Finalmente en 1182 el rey Alfonso II cede a los frailes el castillo y villa de Escatrón, un emplazamiento a orillas del Ebro más acorde con el espíritu cisterciense y con territorio por colonizar, donde llegarán a partir de 1202 para fundar el actual monasterio. Poco después comenzarán las obras, que se prolongarán durante varios siglos, sufriendo los altibajos económicos del Reino de Aragón y de la comunidad monástica en particular.
Tras los pasos previos, a la instalación definitiva de los monjes en Rueda, la actividad constructiva va a desarrollarse durante todo el siglo XIII en sus construcciones fundamentales. En 1238 se consagraba la iglesia, y en 1292 todavía se confirmarán privilegios relacionados con la extracción de piedra y madera para la obra. Pero hasta la segunda mitad del siglo XIV y principios del XV no puede considerarse cerrado el conjunto de la fábrica medieval con las últimas fases de la iglesia.
En este momento quedaría configurado no sólo el núcleo medieval que podemos admirar en su integridad fundamental, sino también una serie de dependencias complementarias como la zona de conversos, estancias agrícolas, antiguo palacio del abad, etc. Estos espacios se desarrollarán en el marco del entorno de la cilla y en el de la plaza de San Pedro, donde durante los siglos XVI y XVII se irán sustituyendo hasta configurar la actual plaza de proporciones fundamentales, destacando por su calidad la galería herreriana que une el nuevo Palacio Abacial con el conjunto medieval. Varias décadas más tarde, detrás del claustro se construirán la gran nave de los nuevos dormitorios y el noviciado, hoy en estado semirruinoso.
Desde los primeros momentos de la construcción del monasterio, también se inician las obras de infraestructura hidráulica, consistentes en el azud y la noria o rueda que elevaba el agua del río para, a través de un acueducto de factura gótica, en parte visible y en parte subterráneo, repartir el agua por el conjunto monástico, siguiendo las disposiciones propias de la Orden.
Con la desamortización de Mendizábal, a resultas de los decretos de 1836 y 1837, los bienes del monasterio serán vendidos y el propio monasterio será utilizado para labores agrícolas, el patrimonio artístico se dispersará y buena parte del mismo resultará destruido.
Ya recientemente, las edificaciones postmedievales y la huerta son cedidas por su último propietario a la Diputación General de Aragón, en el año 1990. La titularidad de la zona medieval del monasterio, que desde la desamortización había pertenecido al Estado, en 1998 fue traspasada a la Diputación General de Aragón, con el compromiso de impulsar su restauración.
La Visita
La Puerta Real, a la que conduce el camino de llegada, ha sido el acceso más monumental del monasterio desde que se construyera a principios del siglo XVII, decorada en el XVIII con una serie de esculturas de temas bernardos.
La Puerta Real, a la que conduce el camino de llegada, ha sido el acceso más monumental del monasterio desde que se construyera a principios del siglo XVII, decorada en el XVIII con una serie de esculturas de temas bernardos.
Una
vez atravesado el amplio zaguán, se puede apreciar la totalidad del
conjunto de la plaza de San Pedro, cerrado al oeste por el barroco
Palacio Abacial, que se une al núcleo medieval a través de una magnífica
galería de estilo herreriano, de proporciones únicas en Aragón.
En el lado norte está la antigua Hospedería y otras edificaciones de menor importancia.
En el lado norte está la antigua Hospedería y otras edificaciones de menor importancia.
La
iglesia corresponde a uno de los modelos más sencillos entre las
tipologías del Cister: tres naves con triple cabecera plana, sin crucero
y cubierta con bóvedas de crucería simple. A pesar de su temprana fecha
de consagración en 1238, el edificio no debió de ser terminado hasta el
periodo bajomedieval, constatándose incluso un cambio de obra, pasando
del sillar al ladrillo y de los ventanales góticos a los de tracerías
mudéjares.
En
el lado del evangelio se abren capillas de diversa cronología,
conservándose las de Santa Bárbara y la de San Bernardo, de decoración
barroca, a ambos lados de la primitiva capilla del Santo Cristo.
Junto
a la cabecera y en el lado opuesto se encuentra la sacristía medieval,
muy reformada, y un oratorio barroco decorado con esgrafiados.
Desde la iglesia se accede al claustro, en torno al que se distribuyen las dependencias y se articula la vida monástica.
El
claustro también sufrió un lento proceso constructivo, siendo más
antigua la galería este, donde se ordenan el armarium, la sala capitular
con una portada inigualable y con las tumbas de varios adades, la
escalera al dormitorio, el locutorio desde el que se accede a la cárcel,
y a continuación el paso a la huerta y la sala de los monjes en el
ángulo SE.
En
la galería meridional se encuentran el primer lugar el calefactorio, el
refectorio con el pabellón de la fuente o lavatorio enfrentado, y la
cocina.
El
dormitorio ocupa todo el ala capitular en su planta superior, con una
pequeña estancia independiente para el abad, y con un calefactorio nuevo
añadido al medieval, hoy desaparecido.
Imprescindibles
resulta acercarse hacia el Ebro por el camino exterior, para observar a
distancia las estructuras de la noria y el acueducto, que derivaban el
agua al monasterio a través de conducciones que pueden observarse en
algunas dependencias, y los restos del molino harinero anexo, junto al
paisaje de ribera de las islas conformadas en el río por el azud.
Horario:
Noviembre-Febrero
De 10:00 a 13:30 y de 15:00 a 17:30
Marzo-Octubre
De 10:00 a 13:30 y de 16:30 a 19:30
A pesar de que estos son los horarios que están publicados en su página web y en los folletos, e incluso en el mismo monasterio, os aconsejo que llaméis para confirmarlos pues nosotros nos encontramos con la desagradable circunstancia de tener que esperar más de media hora por un problema logístico que en esta época todos conocemos de sobra: los famosos recortes. Por ello os dejo el número de teléfono: 976 170 016 y 976 171 084.
Noviembre-Febrero
De 10:00 a 13:30 y de 15:00 a 17:30
Marzo-Octubre
De 10:00 a 13:30 y de 16:30 a 19:30
A pesar de que estos son los horarios que están publicados en su página web y en los folletos, e incluso en el mismo monasterio, os aconsejo que llaméis para confirmarlos pues nosotros nos encontramos con la desagradable circunstancia de tener que esperar más de media hora por un problema logístico que en esta época todos conocemos de sobra: los famosos recortes. Por ello os dejo el número de teléfono: 976 170 016 y 976 171 084.
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