Emplazado sobre un impresionante roquedo de piedra tobiza, el Castillo de Zorita es punto codiciado. Rodeado por el río Tajo a poniente y por el arroyo Badujo a levante, su posición estratégica fue vital para la vigilancia y control de comunicaciones por se paso obligado entre la cabecera del Tajo y la zona meridional de la Alcarria, así como acceso fácil hasta Toledo. Guerras, ganados, caravanas de comerciantes... pasaron siempre por este lugar y por el puente que cruzaba el Tajo, claves de su importancia.
Esta alcazaba, que a lo largo de su devenir histórico nunca fue conquistada ni por asalto ni por asedio, que cambió de manos siempre mediante pactos, fue declarada Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento en 1931. Hoy, gracias a las diversas obras de restauración y consolidación emprendidas por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, podemos acercarnos a la comprensión de un monumento de dilatada vida, que abarca desde el siglo IX hasta bien entrado el siglo XVI.
Con la llegada a la Península Ibérica de los musulmanes en el año 711 se inició un proceso de cambio social y cultural que desembocó en un nuevo modelo de sociedad, el andalusí. En las primeras décadas del siglo IX se utiliza la vieja ciudad visigoda de Recópolis como cantera para la fundación de una nueva ciudad, Zorita, imagen urbana de este nuevo modelo social.
Desde su fundación, en la primera mitad del siglo IX, y a lo largo de toda la época omeya, la Madinat Zorita se convirtió en una importante ciudad, capital de uno de los distritos administrativos de Al-Andalus.
Tras la desintegración del Califato (1031) y el surgimiento de los primeros reinos de Taifas, Zorita perteneció al reino taifa de Toledo que en 1085 cae en manos del rey de Castilla, Alfonso VI, y pasa a ser fortaleza de especial relevancia en el avance hacia Cuenca, siendo entregada esta plaza a Alvar Fañez de Minaya, el lugarteniente de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid.
A finales del siglo XII esta fortaleza pasó a manos de la Orden de Calatrava. Esta orden militar cambió la organización territorial e hizo aparecer nuevas prácticas económicas, consiguiendo un fuero del rey Alfonso VIII en 1180 para poblar el territorio. Los calatravos ejecutaron las obras arquitectónicas más relevantes del castillo entre los siglos XIII y XIV. En el interior del recinto se edificó una espléndida iglesia románica, se reforzaron murallas y accesos, se contruyeron almacenes, aljibes, almazaras, así como las habitaciones destinadas a albergar a los monjes calatravos, haciendo de Zorita el castillo más importante de la Alcarria.
A lo largo del siglo XV y al igual que otros castillos, Zorita dejó de ser residencia de los comendadores calatravos, quienes preferían las casas de encomienda en localidades próximas como Pastrana, convirtiéndose en un castillo-arsenal, custodiando armas de fuego, de propulsión, armaduras, munición y diverso utillaje para la conservación y fabricación de las mismas. En el siglo XVI se acometerá la última obra estructural del castillo, la torre del Espolón, conjunto preparado para soportar fuego artillero, adaptándose a nuevas necesidades militares en el contexto de la Guerra de las Comunidades contra Carlos V (1520-1523)
A partir de este momento y a pesar de seguir siendo cabecera de la comarca, con el paso de los años se sucedieron distintos acontecimientos que menguaron la influencia de Zorita: en 1539 la sede de la gobernación pasó a Almonacid, perdiendo su capitalidad administrativa; en 1545 una riada hundió el puente del Tajo que no se volvió a reconstruir nunca más; y finalmente en 1566 Felipe II enajenó las villas de Zorita y Albalate para venderlas al noble portugués Rui Gómez de Silva, príncipe consorte de Éboli.
El Castillo
En el paisaje urbano de Zorita aún se aprecian los rasgos de una típica ciudad andalusí: alcazaba, recinto fortificado sobre la ciudad y el territorio; y la Medina, o ciudad propiamente dicha, rodeada por una muralla que la separaba de los arrabales.
Puerta de Hierro. Esta puerta califal de arco de herradura es atribuida a las reformas acometidas por el califa Al-Nasir en el siglo X.
Iglesia Prioral de San Benito: Iglesia románica de transición al gótico, una de las obras más importantes ejecutadas por la Orden de Calatrava. Consta de una sola nave cubierta con bóveda de medio cañón y reformaza por tres arcos fajones que se apoyan sobre capiteles decorados con motivos geométricos y vegetales.
Cripta. Excavada en la roca. En el interior se observa un capitel corintio procedente de la basílica visigoda de Recópolis, reutilizado como pila bautismal.
Sala del Moro. Es una estancia circular cubierta por una bóveda hemisférica de magnífica sillería.
Torre del Espolón. Baluarte artillero con forma de proa adaptación constructiva a nuevas necesidades defensivas del siglo XVI.
Aljibe y Sala de la Omega. Espacio subterráneo con dos habitaciones excavadas en la roca. La primera de planta circular con bóveda nervada de yeso y banco corrido a lo largo de las paredes.
Patio de armas. Espacio abierto, donde accedían las caballerías y lugar donde se permitía la concentración de los defensores.
Foso
Torre Albarrana. Defendía los puntos perimetrales de la muralla más vulnerables.
Barbacana. Controlaba los accesos a la fortificación principal, siendo un sistema que impide que el recorrido hacia el interior sea directo, aumentando de esta forma el tiempo de exposición del enemigo durante el asedio.
Esta alcazaba, que a lo largo de su devenir histórico nunca fue conquistada ni por asalto ni por asedio, que cambió de manos siempre mediante pactos, fue declarada Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento en 1931. Hoy, gracias a las diversas obras de restauración y consolidación emprendidas por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, podemos acercarnos a la comprensión de un monumento de dilatada vida, que abarca desde el siglo IX hasta bien entrado el siglo XVI.
Con la llegada a la Península Ibérica de los musulmanes en el año 711 se inició un proceso de cambio social y cultural que desembocó en un nuevo modelo de sociedad, el andalusí. En las primeras décadas del siglo IX se utiliza la vieja ciudad visigoda de Recópolis como cantera para la fundación de una nueva ciudad, Zorita, imagen urbana de este nuevo modelo social.
Desde su fundación, en la primera mitad del siglo IX, y a lo largo de toda la época omeya, la Madinat Zorita se convirtió en una importante ciudad, capital de uno de los distritos administrativos de Al-Andalus.
Tras la desintegración del Califato (1031) y el surgimiento de los primeros reinos de Taifas, Zorita perteneció al reino taifa de Toledo que en 1085 cae en manos del rey de Castilla, Alfonso VI, y pasa a ser fortaleza de especial relevancia en el avance hacia Cuenca, siendo entregada esta plaza a Alvar Fañez de Minaya, el lugarteniente de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid.
A finales del siglo XII esta fortaleza pasó a manos de la Orden de Calatrava. Esta orden militar cambió la organización territorial e hizo aparecer nuevas prácticas económicas, consiguiendo un fuero del rey Alfonso VIII en 1180 para poblar el territorio. Los calatravos ejecutaron las obras arquitectónicas más relevantes del castillo entre los siglos XIII y XIV. En el interior del recinto se edificó una espléndida iglesia románica, se reforzaron murallas y accesos, se contruyeron almacenes, aljibes, almazaras, así como las habitaciones destinadas a albergar a los monjes calatravos, haciendo de Zorita el castillo más importante de la Alcarria.
A lo largo del siglo XV y al igual que otros castillos, Zorita dejó de ser residencia de los comendadores calatravos, quienes preferían las casas de encomienda en localidades próximas como Pastrana, convirtiéndose en un castillo-arsenal, custodiando armas de fuego, de propulsión, armaduras, munición y diverso utillaje para la conservación y fabricación de las mismas. En el siglo XVI se acometerá la última obra estructural del castillo, la torre del Espolón, conjunto preparado para soportar fuego artillero, adaptándose a nuevas necesidades militares en el contexto de la Guerra de las Comunidades contra Carlos V (1520-1523)
A partir de este momento y a pesar de seguir siendo cabecera de la comarca, con el paso de los años se sucedieron distintos acontecimientos que menguaron la influencia de Zorita: en 1539 la sede de la gobernación pasó a Almonacid, perdiendo su capitalidad administrativa; en 1545 una riada hundió el puente del Tajo que no se volvió a reconstruir nunca más; y finalmente en 1566 Felipe II enajenó las villas de Zorita y Albalate para venderlas al noble portugués Rui Gómez de Silva, príncipe consorte de Éboli.
El Castillo
En el paisaje urbano de Zorita aún se aprecian los rasgos de una típica ciudad andalusí: alcazaba, recinto fortificado sobre la ciudad y el territorio; y la Medina, o ciudad propiamente dicha, rodeada por una muralla que la separaba de los arrabales.
Puerta de Hierro. Esta puerta califal de arco de herradura es atribuida a las reformas acometidas por el califa Al-Nasir en el siglo X.
Torre del Espolón. Baluarte artillero con forma de proa adaptación constructiva a nuevas necesidades defensivas del siglo XVI.
Aljibe y Sala de la Omega. Espacio subterráneo con dos habitaciones excavadas en la roca. La primera de planta circular con bóveda nervada de yeso y banco corrido a lo largo de las paredes.
Patio de armas. Espacio abierto, donde accedían las caballerías y lugar donde se permitía la concentración de los defensores.
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