En pleno Pirineo Aragonés se encuentra el
espectacular espacio del Paisaje Protegido de San Juan de la Peña y
Monte Oroel, y entre sus elementos más sobresalientes descuella el
Monasterio Viejo de San Juan de la Peña, joya de la época medieval. Las
edificaciones conservadas, tan sólo una parte de las que existieron, son
excelentes testimonios de las sucesivas formas artísticas en las
diversas épocas en que este singular centro tuvo vida. Destacan
especialmente los siglos del románico (XI al XIII) con notabilísimas
muestras de arquitectura, pintura y sobre todo de la escultura. El
conjunto histórico-artístico de San Juan de la Peña se completa con el
Monasterio Nuevo, del siglo XVII, y con las iglesias de San Caprasio y
de Santa María en la cercana localidad de Santa Cruz de la Serós, ambas
también del periodo románico.
Todos estos componentes, de enorme atractivo por sí mismos, han sido mejorados hoy en día con los nuevos y modernos Centros de Interpretación del Reino de Aragón y del Monasterio de San Juan de la Peña, espacios arquitectónicos revitalizados en el siglo XXI, que conviven en perfecta armonía con los monumentos de San Juan de la Peña.
Pasado, presente y futuro de Aragón en un mismo espacio.
Todos estos componentes, de enorme atractivo por sí mismos, han sido mejorados hoy en día con los nuevos y modernos Centros de Interpretación del Reino de Aragón y del Monasterio de San Juan de la Peña, espacios arquitectónicos revitalizados en el siglo XXI, que conviven en perfecta armonía con los monumentos de San Juan de la Peña.
Pasado, presente y futuro de Aragón en un mismo espacio.
Monasterio nuevo.
Como consecuencia del terrible incendio del año 1675 se tomó la
decisión de construir un nuevo monasterio. Su emplazamiento se eligió en
un lugar próximo, el conocido como Llano de San Indalecio, una bella
pradera asentada sobre la gran roca que reunía condiciones idóneas para
comenzar una nueva vida.
La construcción de la nueva fábrica se inició en el año 1676. A lo largo de sus obras, prolongadas hasta los primeros años del siglo XIX, los monjes contaron con el asesoramiento de numerosos profesionales, siendo fundamental la labor del arquitecto zaragozano Miguel Ximenez, quien diseñó este conjunto monástico. La traza del edificio constituye uno de los ejemplos más perfectos y evolucionados de la arquitectura monástica en la Edad Moderna, por su simetría, por la multiplicación de sus claustros y por la organización racional que poseía el proyecto original, el cual, lamentablemente, nunca se pudo llevar a cabo en su totalidad.
La construcción de la nueva fábrica se inició en el año 1676. A lo largo de sus obras, prolongadas hasta los primeros años del siglo XIX, los monjes contaron con el asesoramiento de numerosos profesionales, siendo fundamental la labor del arquitecto zaragozano Miguel Ximenez, quien diseñó este conjunto monástico. La traza del edificio constituye uno de los ejemplos más perfectos y evolucionados de la arquitectura monástica en la Edad Moderna, por su simetría, por la multiplicación de sus claustros y por la organización racional que poseía el proyecto original, el cual, lamentablemente, nunca se pudo llevar a cabo en su totalidad.
La
fachada de la iglesia es uno de los aspectos más interesantes del
monasterio barroco. Destaca especialmente su exuberante decoración
vegetal basada en roleos, diferentes tipos de flores, hojas de acanto y
tallos, aunque también encontramos formas figuradas como cabezas de
puttis y dos ángeles sujetando un singular escudo en la parte superior.
En sus hornacinas se incluyen tres santos muy vinculados con los monjes
que vivieron entre estos muros. En la portada central se representó a
San Juan Bautista (patrón de esta comunidad), a la izquierda a San
Indalecio (advocación de la pradera en la que se levanta el edificio), y
a la derecha a San Benito (fundador de la orden monástica que se
profesaba en San Juan de la Peña).
Las dependencias fueron abandonadas en el año 1835 y desde entonces el edificio comenzó a deteriorarse progresivamente quedando, ya a mediados del siglo XX, en un lamentable estado de ruina. Tras una profunda rehabilitación, acometida por el Gobierno de Aragón, el Monasterio Nuevo de San Juan de la Peña alberga en su interior el Centro de Interpretación del Reino de Aragón, el Centro de Interpretación del Monasterio de San Juan de la Peña y una Hospedería, perteneciente a la Red de Hospederías de Aragón, con categoría de hotel de cuatro estrellas.
Las dependencias fueron abandonadas en el año 1835 y desde entonces el edificio comenzó a deteriorarse progresivamente quedando, ya a mediados del siglo XX, en un lamentable estado de ruina. Tras una profunda rehabilitación, acometida por el Gobierno de Aragón, el Monasterio Nuevo de San Juan de la Peña alberga en su interior el Centro de Interpretación del Reino de Aragón, el Centro de Interpretación del Monasterio de San Juan de la Peña y una Hospedería, perteneciente a la Red de Hospederías de Aragón, con categoría de hotel de cuatro estrellas.
Real monasterio.
Cubierto por la enorme roca que le da nombre, el conjunto, que abarca
una amplia cronología que se inicia en el siglo X, aparece perfectamente
mimetizado con su excepcional entorno natural. En su interior destacan
la iglesia prerrománica, las pinturas de San Cosme y San Damián, del
siglo XII, el denominado Panteón de Nobles, la iglesia superior,
consagrada en 1094, y la capilla gótica de San Victorián, pero sobre
todo sobresale el magnífico claustro románico, obra de dos talleres
diferentes. A todo ello hay que sumar otros edificios posteriores a los
siglos medievales, entre los que cabe señalar el Panteón Real, de estilo
neoclásico, erigido en el último tercio del siglo XVIII.
Los auténticos orígenes del monasterio se pierden en la oscuridad de los tiempos altomedievales y se le ha supuesto refugio de eremitas, aunque los datos históricos nos conducen a la fundación de un pequeño centro monástico dedicado a San Juan Bautista en el siglo X, del que sobreviven algunos elementos. Arruinado a fines de dicha centuria, fue refundado bajo el nombre de San Juan de la Peña por Sancho el Mayor de Navarra en el primer tercio del siglo XI. Fue este monarca quien introdujo en él la regla de San Benito, norma fundamental en la Europa medieval. A lo largo de dicho siglo, el centro se amplió con nuevas construcciones al convertirse en panteón de reyes y monasterio predilecto de la incipiente monarquía aragonesa que lo dotó con numerosos bienes.
Considerado por la tradición como la cuna del Reino de Aragón, fue parada habitual del Camino de Santiago y lugar de leyendas, y entre ellas destaca la que vincula este lugar con el Santo Grial.
Una fecha significativa fue la del 22 de marzo de 1071, cuando el Monasterio de San Juan de la Peña fue el escenario de la introducción, por primera vez en la Península Ibérica, del rito litúrgico romano, seguido en toda la Iglesia de Occidente, que ponía fin al antiguo rito hispano-visigótico y suponía la acomodación definitiva de la iglesia aragonesa a las pautas marcadas por el Pontificado.
Sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo XII se inició una cierta decadencia que se acentuó en el periodo siguiente, y aún más a partir del siglo XIV. Fueron las características de esta época el final de las donaciones, las pérdidas patrimoniales, los múltiples pleitos ante numerosas instancias, y especialmente con los obispados donde estaban ubicadas sus propiedades (Jaca-Huesca, Pamplona y Zaragoza), las deudas, el deterioro de las construcciones por su peculiar ubicación y diversos incendios que resultaron devastadores. Con el último de ellos, en 1675, que duró tres días, se perdió la habitabilidad necesaria para la vida monacal, por lo que se planificó la edificación del Monasterio Nuevo.
Planta del Monasterio:
a) Primera planta
1. Horno de pan
2. Panteón real
3. Panteón de nobles
4. Museo
5. Iglesia superior. Romanica
6. Puerta mozárabe
7. Capilla gótica de San Victorián
8. Claustro románico
9. Capilla de San Boto
b) Planta baja
10. Iglesia prerrománica
11. Sala de concilios.
Planta baja. Sala de concilios.
Iglesia prerrománica.
Planta alta. Panteón de nobles. Es
un espacio a modo de corredor en donde se inscriben dos hileras de
nichos, cuyo frontal es un tímpano semicircular con crismones, cruces y
otras decoraciones románicas.
Iglesia románica.
Esta iglesia consta de una nave que culmina en tres ábsides
semicirculares decorados con arcos ciegos que se elevan desde la imposta
y que están excavados en la roca, comunicándose entre si a la vez por
arcos de medio punto internos al ábside, siendo el arco y el ábside
central más grandes que los laterales. La nave es única y decorada con
elementos ajedrezados en uno de sus lados, iluminándose al fondo por la
existencia de ventanas en el hastial Suroeste. Tiene a un lado las
puertas de acceso a los panteones y al otro lado, y a través de una
puerta mozárabe, al claustro. La iglesia se consagró en el año 1094 y se
suele relacionar con la introducción de los ritos cluniacenses.
Panteón de Reyes. En
San Juan de la Peña, los reyes de Aragón fueron sepultados en tumbas de
piedra colocadas en tres órdenes superpuestos, desde la roca hacia
afuera, presentando a la vista sólo los pies del féretro. El panteón
real ocupa las dependencias de la antigua sacristía de la iglesia alta,
que data del siglo XI; fue reformado por Carlos III en 1770, siguiendo
las indicaciones de don José Nicolás de Azara y del conde de Aranda,
quien quiso ser enterrado en el atrio. La reforma sólo afectó a la
decoración, quedando los sepulcros en el mismo lugar; se levantó delante
de ellos una pared en la que se colocaron láminas de bronce con las
inscripciones correspondientes, se distribuyó por la sala profusión de
estucos y mármoles, colocando en la pared frontera unos medallones con
relieves que representan escenas de legendarias batallas.
Alberga los restos de algunos monarcas navarros que reinaron en Aragón, de los primeros condes aragoneses y de los tres reyes iniciales de la dinastía ramirense, Ramiro I, Sancho Ramírez, Pedro I, junto con sus esposas.
Capilla de San Victorián.
No se detectan innovaciones en el conjunto monástico hasta el siglo XV,
cuando la sala capitular fue convertida en capilla de San Victorián.
Obra de un gótico exuberante, fue construida entre los años 1426 y 1433
por el abad Marqués, que había sido monje de San Victorián de Sobrarbe
y prior de San Pedro de Taberna.
Alberga los restos de algunos monarcas navarros que reinaron en Aragón, de los primeros condes aragoneses y de los tres reyes iniciales de la dinastía ramirense, Ramiro I, Sancho Ramírez, Pedro I, junto con sus esposas.
Capilla de San Voto.
Otro abad, Briz Martínez, el historiador del monasterio, edificó la
capilla de Santos Voto y Félix alrededor del año 1630, de estilo entre
renacentista y barroco, dotándolo con un retablo firmado por Juan Pérez
Galván, zaragozano, en 1631.
Claustro. Inimitable
y sorprendente, el claustro se nos muestra al aire libre y solo
cubierto por la desnuda roca del monte Pano, que le hace visera y lo
cubre. De forma rectangular, se han perdido varias de sus arcadas y de
sus capiteles, estando algunos de los que quedan bastante deteriorados.
Todos ellos se encuentran elevados sobre un podio corrido en el que se
alternan columnas de fustes simples, dobles o cuádruples.
En los
capiteles se han logrado rastrear dos escuelas totalmente distintas, una
de estilo languedociano, cuya característica es la decoración a base de
motivos vegetales, y sobre todo de animales, entre los que podemos ver
leones alados, caballos, grifos, y otros seres, algunos enfrentados y
otros devorándose entre ellos. Su estado de conservación no siempre es
bueno y son totalmente característicos del estilo citado. Por otra parte
trabaja la escuela del llamado Maestro de San Juan de la Peña, a la que
se puede ver en otras localidades aragonesas y navarras como Biota,
Huesca (San Pedro el Viejo), Aguero, Uncastillo o Sanguesa. Los
capiteles de este Maestro son veinte en este monasterio y recorren
iconográficamente desde el Génesis, el nacimiento e infancia de Jesús,
la vida pública de Cristo y por fin el ciclo Pascual, acabando en la
Ascensión. Así podemos ver desde la Creación a escenas de Adan y Eva
como la expulsión del Paraiso, Caín y Abel, la Anunciación, Visitación y
el Nacimiento, Anuncio a los pastores, Epifanía, Sueño de José y Huida a
Egipto, Matanza de Herodes, Sueño de los Magos y escenas de la vida
pública de Jesús como el Bautismo de Jesús, las Tentaciones en el
desierto, Jesús elige a los Apóstoles, La pesca milagrosa, Bodas de
Caná, Resurrección de Lázaro, La mujer adúltera y Jesús en la casa del
Centurión y por último el ciclo Pascual con la Entrada en Jerusalén,
Judas ante el Sanedrín, La última cena, Las apariciones a Santo Tomás y a
los discípulos de Emaús y la Ascensión. Todo un ciclo iconográfico y un
Biblia en piedra para los iletrados.
El maestro de San Juan de la Peña desarrolla en estos capiteles su estilo muy personal, caracterizado por aplicar unos grandes ojos ovalados y muy resaltados, como de insecto, a sus personajes, lo que los dota de una especial expresividad; unos pliegues planos pero remarcados por líneas discontinuas con las ropas totalmente pegadas al cuerpo, y un especial sentido de la adaptación de los personajes e historias al capitel, llenándolo plenamente en unos casos y dejando vacíos en otros, con escenas de figuras aisladas y otras multitudinarias y con gran economía de medios figurativos, pero dando en muchos casos con una buena solución expresiva e iconográfica al tema representado. Las escenas tienen una expresividad muy especial, pues tanto los gestos como las expresiones son siempre serenas y reposadas, un tanto estáticas y muchas veces ingenuas, dando a los personajes una autenticidad que los hace prototipos, y a la vez reflejando una gran profundidad simbólica. Iconográficamente podemos señalar que mientras los capiteles con bestiarios nos hablan de sentimientos contrapuestos (animales enfrentados), la lucha del hombre contra el pecado (luchas de animales y hombres) y de otras concepciones simbólicas que se repiten incesantemente en la escultura románica, básicamente como contraposición del bién y el mal, la obra del Maestro de San Juan de la Peña nos lleva a un programa de caracter didáctico, como representación figurada de la Biblia que es, pero también a un programa de gran profundidad simbólica y también psicológica a veces valiéndose de una iconografía sorprendente.
El maestro de San Juan de la Peña desarrolla en estos capiteles su estilo muy personal, caracterizado por aplicar unos grandes ojos ovalados y muy resaltados, como de insecto, a sus personajes, lo que los dota de una especial expresividad; unos pliegues planos pero remarcados por líneas discontinuas con las ropas totalmente pegadas al cuerpo, y un especial sentido de la adaptación de los personajes e historias al capitel, llenándolo plenamente en unos casos y dejando vacíos en otros, con escenas de figuras aisladas y otras multitudinarias y con gran economía de medios figurativos, pero dando en muchos casos con una buena solución expresiva e iconográfica al tema representado. Las escenas tienen una expresividad muy especial, pues tanto los gestos como las expresiones son siempre serenas y reposadas, un tanto estáticas y muchas veces ingenuas, dando a los personajes una autenticidad que los hace prototipos, y a la vez reflejando una gran profundidad simbólica. Iconográficamente podemos señalar que mientras los capiteles con bestiarios nos hablan de sentimientos contrapuestos (animales enfrentados), la lucha del hombre contra el pecado (luchas de animales y hombres) y de otras concepciones simbólicas que se repiten incesantemente en la escultura románica, básicamente como contraposición del bién y el mal, la obra del Maestro de San Juan de la Peña nos lleva a un programa de caracter didáctico, como representación figurada de la Biblia que es, pero también a un programa de gran profundidad simbólica y también psicológica a veces valiéndose de una iconografía sorprendente.
Horarios y tarifas.
Tarifas normales.
Un sola instalación (Monasterio viejo o Centros de Interpretación): 7,00€
Dos instalaciones: 8,50€
Acceso a todas las instalaciones: 12,00€.
Existen
tarifas reducidas para Carnet Joven, Carnet de Estudiante y Jubilados y
tarifas para niños de 7 a 16 años y para peregrinos.
En cualquier tarifa está incluida la visita a la iglesia de Santa María en Santa Cruz de Serós.
FECHAS DE APERTURA HORARIO
1 Noviembre - 28 Febrero | 10:00h - 14:00h, excepto sábados de 10:00 a 17:00h |
1 Marzo - 31 Mayo | 10:00h - 14:00h // 15:30h - 19:00h |
1 Junio - 31 Agosto | 10:00h - 14:00h // 15.00h - 20.00h |
1 Septiembre - 31 Octubre | 10:00h - 14:00h // 15:30h - 19:00h |
Del 25 de diciembre al 1 de enero: Instalaciones cerradas.
Situación y cómo llegar.
Situado
en una de las Sierras Exteriores del Pirineo Central, San Juan de la
Peña se asienta en el Espacio Natural Protegido de San Juan de la Peña y
Monte Oroel, cercano a la ciudad de Jaca.
El mejor acceso para llegar al conjunto monumental es el que se produce a través de la carretera N-240 (Jaca/Pamplona), tomando el desvío al bello pueblo de Santa Cruz de la Serós. Una carretera de montaña que parte del pueblo nos lleva hasta el Monasterio Viejo, a 7 km, y desde ahí es necesario recorrer 1,5 km más hasta el Monasterio Nuevo y los Centros de Interpretación.
Carreteras.
Desde Jaca: Nacional N-240 dirección Pamplona y A-1603 a Santa Cruz de la Serós.
Desde Pamplona: Nacional N-240 dirección Jaca y A-1603 a Santa Cruz de la Serós.
Desde Zaragoza: Autovía A-23 hasta Huesca y Nacional N-330 a Jaca.
Desde Francia: Nacional N-260 Francia-Puerto del Portalet-Sabiñánigo y N-330 a Jaca.
Nacional N-330 Francia-Tunel Internacional del Somport-Jaca
El mejor acceso para llegar al conjunto monumental es el que se produce a través de la carretera N-240 (Jaca/Pamplona), tomando el desvío al bello pueblo de Santa Cruz de la Serós. Una carretera de montaña que parte del pueblo nos lleva hasta el Monasterio Viejo, a 7 km, y desde ahí es necesario recorrer 1,5 km más hasta el Monasterio Nuevo y los Centros de Interpretación.
Carreteras.
Desde Jaca: Nacional N-240 dirección Pamplona y A-1603 a Santa Cruz de la Serós.
Desde Pamplona: Nacional N-240 dirección Jaca y A-1603 a Santa Cruz de la Serós.
Desde Zaragoza: Autovía A-23 hasta Huesca y Nacional N-330 a Jaca.
Desde Francia: Nacional N-260 Francia-Puerto del Portalet-Sabiñánigo y N-330 a Jaca.
Nacional N-330 Francia-Tunel Internacional del Somport-Jaca
Una
visita obligada sin lugar a dudas. El claustro impresionante, uno de
los lugares más místicos y más maravillosos que he visitado.
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