Y llegó el momento más odiado del viaje, el último día en Disney. En el cómputo total de las vacaciones todavía nos quedaban 10 días por París y Navarra y antes de abandonar tierras francesas, iríamos a cenar al Café Mickey pera despedirnos hasta la próxima de la mejor manera posible, pero nuestros cansados pies no podrían ya pisar Main Street y nuestros ojitos no podrían contemplar la belleza del castillo de la Bella Durmiente ese día pues nuestras entradas ya estaban machacadas con 5 agujeritos, uno por cada uno de los días de estancia en el Hotel Cheyenne.
A modo de despedida, y ya que los días anteriores habíamos sacado un buen provecho de las EMH, teníamos hora en el parque para desayunar a las 9:45, última franja horaria que te dan, el restaurante que nos correspondía fue Au Chalet, estupendo ya que no habíamos entrado todavía en él. Pero antes de llegar al restaurante vamos despacio fotografiando el hotel Disneyland, el castillo, Main Street en un día soleado y despejado.
La experiencia de desayunar en el parque fue muy gratificante, al ser la última hora no había prácticamente nadie, el desayuno se componía exactamente de lo mismo que en el Cheyenne, con la incorporación de yogures al buffet y la excepción de que no había plancha para tostarse el pan. Fundamentalmente a destacar la tranquilidad.
Una vez ya teníamos la barriguita llena, vimos con estupor que en Pinocho solo había unos 20 minutos así que rápidamente nos montamos en la misma. Quisimos hacer lo propio con Blancanieves pero no fue posible, la cola era de cerca de 45 minutos.
El tiempo seguía avanzando y cerca de las 11:00 de la mañana nos dirigimos a probar suerte en El país de los cuentos y en el tren de Casey JR, el año anterior nos había resultado imposible montar en las dos ya que estuvieron cerradas por problemas técnicos dos días y tenía una espinita clavada, así que como hoy era nuestro último día, no podíamos dejar pasar la ocasión. A ver si tenemos suerte y no hay tanta gente, y... ¡efectivamente!, no más de 10 minutos de espera en ambas, primero fuimos al tren y luego a las barcas. Las dos me encantaron, el tren es un viaje corto pero intenso, ideal para todas las edades y para los no aventureros pero al mismo tiempo aporta su dosis de emoción para los valientes; las barcas es más tranquila, dura más y los escenarios de los diferentes cuentos son impresionantes, con todo lujo de detalles.
A continuación y ya que aún no habíamos pasado por el laberinto de Alicia, entramos en el mismo. Realmente es un laberinto, no os podéis ni imaginar la cantidad de veces que volvimos sobre nuestros pasos pues el camino elegido no tenía salida, y para llegar al castillo nos perdimos más de una vez dando vueltas y vueltas, pero por fin llegamos y nos subimos a lo más alto de la torre. ¡Qué vistas!
Todavía nos sobraba tiempo antes de la hora de la comida en el Lucky Nugget, así que vimos que se acercaba el tren de Minnie a Central Plaza. Más y más personajes salieron a nuestro paso, Daisy, el Tío Gilito y Emile.
Y llegó la hora de la comida en el Lucky Nugget. Como era nuestro último día, queríamos aprovechar otra de las comidas con personajes que el parque ofrecía. A mí personalmente el restaurante me gusta mucho tanto por la tematización como por la comida.
El final se iba acercando pero aun dio tiempo para otro momento mágico de los que nunca olvidaré. Cansados y agotados después de repetir en Space Mountain o Star Tours, decidimos sentarnos en la terraza del Casey a tomar un refrigerio cuando el pequeñajo Rubén empezó a poner caras raras, de esas en las que sabía que algo malo había hecho y no sabía cómo decírselo a mami, y efectivamente la anilla de Woody se había roto. Era nuestro último día en Disney, o lo cambiábamos hoy o el pobre se quedaría sin su Woody. Nos fuimos rápidamente a la tienda de Frontierland donde lo habíamos comprado y entre español y francés, el papi de Rubén explicó lo sucedido, no había problema en cambiarlo aunque no tuviéramos el ticket pero lo que pasaba era que los muñecos se habían agotado el día anterior y no esperaban una nueva remesa hasta el viernes, pero si hoy es nuestro último día. Os podemos imaginar la cara de Rubén, casi no podía contener las lágrimas cuando un hada madrina disfrazada de CM italiana se acercó y nos dijo: "Yo tengo uno reservado para una señora inglesa que iba a venir a buscarlo y no lo ha hecho, así que aquí tienes". ¡¡¡¡¡Mágico!!!!! Rubén cogió su nuevo Woody, lo abrazó con todas sus fuerzas y se convirtió en el niño más feliz del parque en ese momento.
Después de este momentazo, y antes de cenar, aún tuvimos tiempo para despedirnos de Piratas y de BTM.
A la hora de cenar, probamos suerte en el Cowboy Cookout pero estaba cerrado, en el Casey's una cola interminable, así que acabamos encontrado un mínimo hueco en el Victoria Home's Style justo antes de volver a ver Fantillusion y los fuegos, colofón espectacular para un día especial, y antes de cruzar por debajo de la estación de vuelta al hotel, una pequeña parada, una rápida mirada al castillo, y casi sin articular palabra, me despedí del parque: "Sé que volveremos a vernos, con casi toda seguridad dentro de dos años, en el 20º Aniversario, cuídate, sabes que te quiero y sigue arrancando sonrisas a todos los que vengan a visitarte".
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